“Esta es parte de la carta que la joven de 26 años María Cristina Mocellin escribía en septiembre de 1995, un mes antes de morir de cáncer, a su hijo Riccardo. Una enfermedad que renunció a tratarse durante el embarazo para no poner en peligro la vida del feto. Antepuso la de su pequeño antes que la suya a pesar de los riesgos que entrañaba. Murió amando, murió entregando su vida…”
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