Las reducciones jesuíticas del Paraguay
Las reducciones de la Compañía en el territorio que hoy ocupa en su mayor parte Paraguay han merecido un lugar muy especial en la historia de las misiones católicas.
Hay una abundante bibliografía sobre las reducciones, y de ella destacaremos sólo algunas obras, como la del padre alavés José Cardiel (1704-1781), muchos años misionero en Las misiones del Paraguay; Pablo Hernández, Organización social de las doctrinas guaraníes , obra importante que no he podido consultar; Raimundo Fernández Ramos, Apuntes históricos sobre Misiones; Maxime Haubert, La vida cotidiana de los indios y jesuitas en las misiones del Paraguay; Clovis Lugon, La république des Guaranis; les jesuites au pouvoir; Alberto Armani, Ciudad de Dios y Ciudad del Sol; el «estado» jesuita de los guaraníes (1609-1768). Es también muy interesante la obra, más arriba citada, Tentación de la utopía, pues recoge muy variados documentos de los mismos misioneros jesuitas de las reducciones.
Desde un comienzo, las instrucciones del padre provincial Diego de Torres, dadas a los misioneros expedicionarios, expresan ya el planteamiento fundamental que va a regir en las reducciones durante siglo y medio. Los misioneros, al hacer las reducciones, deben elegir bien el pueblo, el cacique, las tierras y lugares más convenientes. Han de asegurar en seguida el desarrollo de los trabajos agrícolas y ganaderos que aseguren el sustento de la población, que tendrá unos 800 o 1.000 indios.
«Cuanto más presto se pudiere hacer, con suavidad, y gusto de los indios, se recojan cada mañana sus hijos a deprender la doctrina y de ellos se escojan algunos, para que deprendan a cantar, y leer…». Y en fin, «con todo el valor, prudencia y cuidado posible, se procure que los españoles no entren en el pueblo, y si entraren, que no hagan agravio a los indios… y en todo los defiendan [los misioneros], como verdaderos padres y protectores». Tres expediciones de jesuitas partieron inmediatamente con un ímpetu misional formidable. San Roque González, misionero jesuita, criollo de la Asunción, escribiría más tarde en una carta: «Creo que en ninguna parte de la Compañía hubo mayor entusiasmo, mejor voluntad y más empeño» (Tentación 70).
La misión entre los guaycurús, cerca de Asunción, al otro lado del Paraná, fue encomendada, la primera, en mayo de 1610, a los padres Griffi y Roque González. Fue un fracaso, y los dos intentos posteriores, en 1613 y 1626, también lo fueron. Aún habría otros intentos en el XVII, pero finalmente hubo que desistir, porque los guaycurús en modo alguno aceptaban sujetarse a vivir en pueblos, acostumbrados a su vida en la selva.
La misión entre los guaranís, en el Paraná, encomendada a los padres Lorenzana y San Martín, a los que pronto se unió Roque González, tuvo buen éxito, y nació en 1610 la primera reducción, la de San Ignacio Guazú (grande), y en seguida Itapúa, Santa Ana, Yaguapá y Yuti. Los jesuitas visitaron al venerable franciscano Bolaños, que se hallaba entonces por aquella zona, y se ayudaron con su experiencia.
La misión entre los guayrás, en la región de Guayrá, en la parte del Brasil que toca con el nordeste del Paraguay actual, arraigó también felizmente. Los padres italianos Cataldino y Masseta iniciaron en julio de 1610 las dos primeras reducciones, San Ignacio y Loreto; en ésta última había ya un cierto número de indios bautizados por los padres Ortega y Filds.
El padre Roque González, por su parte, fundó nuevas reducciones entre los ríos Paraná y Uruguay, como la de Concepción, en 1619, con unas 500 familias, que fue el primer centro misional de la región uruguaya. Posteriormente nacieron las de San Nicolás de Piratiní, Nuestra Señora de la Candelaria de Ibicuy, San Francisco Javier de Céspedes, Nuestra Señora de los reyes de Ypecú, Nuestra Señora de la Candelaria de Ivahi, Asunción, santos mártires del Japón de Caaró. En ésta precisamente fueron martirizados los tres santos jesuitas de los que en seguida hablaremos.
Las poblaciones misionales se multiplicaron con suma rapidez, sobre todo después de la llegada del padre Antonio Ruiz de Montoya, que de 1620 a 1637 dió gran impulso a las reducciones, como superior general. Él mismo compuso un léxico Tesoro de la lengua guaraní, perfeccionando el vocabulario de Bolaños, y escribió la crónica de la Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las provincias de Paraguay, Paraná, Uruguay y Tape.
Hacia el 1700 la provincia jesuítica del Paraguay tenía 250 religiosos, de los cuales 73 trabajaban en las 30 reducciones ya fundadas: 17 en torno al río Uruguay, que dependían del obispado de Buenos Aires, y 13 cerca del Paraná, pertenecientes a la diócesis de Asunción. En ellas vivían 90.000 indios, que formaban 23.000 familias. Las visitas episcopales fueron muy raras, sólo siete en 158 años.
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.