¿Bailar es bueno o malo?

Padre Nelson, no sé cómo hacerle la pregunta, pero mi punto es si el bailar es sano o se puede decir que me es permitido como cristiano. — AYB

* * *

Es sencillamente natural que nuestro cuerpo exprese nuestras emociones. De hecho, Santo Tomás, en el Tratado de las Pasiones, destaca que una de las características de nuestro ser humano es que las distintas emociones tienen siempre un componente o dimensión corporal. Así que en principio es normal y natural que también la alegría o el amor se expresen con nuestro cuerpo, y eso implica con los movimientos de nuestro cuerpo.

Pero así como hay amores buenos y amores sucios, así también hay expresiones de amor, sea en palabras o en acciones, que podemos considerar limpias y bellas, mientras que otras son reprobables y sucias.

Yo concuerdo con el Padre Sam cuando dice: “El baile en sí no es pecado, pero sí eso me lleva a otras cosas malas, entonces no es correcto”, dice el Padre Sam. Luego explica: “cuando el baile es expresión de alegría sana, de relajación, de cultura, de folklore… no tiene nada de malo, pero cuando es expresión de morbo, de depravación, entonces sí es pecado”. Si el baile me lleva a la lujuria, a la pereza, a que mis pensamientos se dispersen, entonces NO está bien, concluye el Padre Sam, pues eso me incita a hacer el mal.

Hay personas que piensan que tomando posiciones extremas están sirviendo mejor a Dios tal vez porque lo extremo se confunde fácilmente con lo radical o con la entrega total al Señor. Por eso ha habido tendencias en la Iglesia que pretenden proscribir al sexo dentro del matrmonio, o incluso prohibir del todo el matrimonio (caso del montanismo); o decir que toda bebida alcohólica implica una ofensa a Dios )caso de los musulmanes y de muchos evangélicos); o decir que todo baile implica lujuria y degradación (caso de muchos rigoristas).

La verdad es que estas posturas extremistas, lejos de darle la gloria a Dios, exaltan capacidades del esfuerzo humano, confundiendo lo difícil con lo virtuoso. En efecto, aunque toda virtud, vivida a perfeccción, es ardua, no todo lo arduo, sólo por ser arduo, es virtuoso.