La vocación de un santo: Juan Pablo II

Sacerdote

“Después de la muerte de mi padre, ocurrida en febrero de 1941, poco a poco fui tomando conciencia de mi verdadero camino. Yo trabajaba en la fábrica y, en la medida en que lo permitía el terror de la ocupación, cultivaba mi afición a las letras y al arte dramático. Mi vocación sacerdotal tomó cuerpo en medio de todo esto, como un hecho interior de una transparencia indiscutible y absoluta. Al año siguiente, en otoño, sabía que había sido llamado. Veía claramente lo que debía abandonar y el objetivo que debía alcanzar sin volver la vista atrás. Sería sacerdote”. (“Del temor a la esperanza”, Solviga, 1993, p. 34).

“¿Cuál es la historia de mi vocación sacerdotal? La conoce, sobre todo, Dios. En su dimensión más profunda, toda vocación sacerdotal es “un gran misterio”, es un don que supera infinitamente al hombre. Cada uno de nosotros sacerdotes lo experimenta claramente durante toda la vida. Ante la grandeza de este don sentimos cuán indignos somos de ello”. (“Don y misterio”, BAC, 1996, p. 17).

“La vocación sacerdotal es un misterio. Es el misterio de un ‘maravilloso intercambio’ –‘admirabile commercium’– entre Dios y el hombre. Este ofrece a Cristo su humanidad para que Él pueda servirse de ella como instrumento de salvación, casi haciendo de este hombre otro sí mismo. Si no se percibe el misterio de este ‘intercambio’, no se logra entender cómo puede suceder que un joven, escuchando la palabra ‘sígueme’, llegue a renunciar a todo por Cristo, en la certeza de que por este camino su personalidad humana se realizará plenamente”. (“Don y misterio”, p. 90).

“En el intervalo de casi cincuenta años de sacerdocio lo que para mí continúa siendo lo más importante y más sagrado es la celebración de la Eucaristía. Domina en mí la conciencia de celebrar en el altar ‘in persona Christi’. Jamás a lo largo de estos años he dejado la celebración del Santísimo Sacrificio. La Santa Misa es, de forma absoluta, el centro de mi vida y de toda mi jornada”. (Discurso, 27-10-1995).

Obispo

“Al oír las palabras del primado anunciándome la decisión de la Sede Apostólica, dije: ‘Eminencia, soy demasiado joven, acabo de cumplir los treinta y ocho años…’

“Pero el primado replicó: ‘Esta es una imperfección de la que pronto se librará. Le ruego que no se oponga a la voluntad del Santo Padre’.

“Entonces añadí solo una palabra: ‘Acepto’. ‘Pues vamos a comer’, concluyó el Primado (…)

“Sucesor de los Apóstoles. (…) Yo –un ‘sucesor’– pensaba con gran humildad en los Apóstoles de Cristo y en aquella larga e ininterrumpida cadena de obispos que, mediante la imposición de las manos, habían transmitido a sus sucesores la participación en la misión apostólica”. (“¡Levantaos! ¡Vamos!”, Plaza y Janés, 2004, pp. 22 y 26).

Papa

“Creo que no fui yo el único sorprendido aquel día por la votación del Cónclave. Pero Dios nos concede los medios para realizar aquello que nos manda y que parece humanamente imposible. Es el secreto de la vocación. Toda vocación cambia nuestros proyectos, al proponernos otro distinto, y asombra ver hasta qué extremo Dios nos ayuda interiormente, cómo nos conecta a una nueva ‘longitud de onda’, cómo nos prepara para entrar en este nuevo proyecto y hacerlo nuestro, viendo en él, simplemente, la voluntad del Padre y acatándola. A pesar de nuestra debilidad y de nuestras opiniones personales.

“Al hablarle así, pienso en otras situaciones que he afrontado en mi experiencia pastoral, en esos enfermos incurables condenados a la silla de ruedas o clavados en la cama; personas jóvenes muchas de ellas, conscientes del proceso implacable de su enfermedad, prisioneras de su agonía durante semanas, meses, años. Lo que ellas aceptan, ¿no podría aceptarlo yo también?

“Tal vez esta comparación le sorprenda; pero se me ocurrió el día de mi elección y, puesto que quiere usted saber cuáles fueron mis primeros pensamientos, se los digo tal y como me vinieron a la mente”. (“¡No tengáis miedo! André Frossard dialoga con Juan Pablo II”, Plaza y Janés, 1982, pp. 24-25).

LECTIO 20160526

LECTURA ESPIRITUAL. #LectioFrayNelson para la Memoria de Santa Mariana de Jesús

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LA GRACIA del Viernes 27 de Mayo de 2016

Somos ladrones al no entregarle al Señor lo que le pertenece: nuestra vida, nuestro tiempo, nuestro corazón y la docilidad de nuestra voluntad.

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GRATIS: Libros del P. Fortea

“José Antonio Fortea Cucurull (Barbastro, España, 1968) es sacerdote y teólogo especializado en demonología. Cursó sus estudios de Teología para el sacerdocio en la Universidad de Navarra. Se licenció en la especialidad de Historia de la Iglesia en la Facultad de Teología de Comillas. Pertenece al presbiterio de la diócesis de Alcalá de Henares (Madrid). En 1998 defendió su tesis de licenciatura “El exorcismo en la época actual” dirigida por el secretario de la Comisión para la Doctrina de la Fe…”

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“¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?”

Frente al manantial del Pocito, de madrugada. «El martes, muy de madrugada, se vino Juan Diego de su casa a Tlatilolco a llamar al sacerdote; y cuando venía llegando al camino que sale junto a la ladera del cerrillo del Tepeyácac, hacia el poniente, por donde tenía costumbre de pasar, dijo: Si me voy derecho, no sea que me vaya a ver la Señora, y en todo caso me detenga, para que lleve la señal al prelado, según me previno: que primero nuestra aflicción nos deje y primero llame yo de prisa al sacerdote; el pobre de mi tío lo está ciertamente aguardando12.

«Luego dio vuelta al cerro; subió por entre él y pasó al otro lado, hacia el oriente, para llegar pronto a México y que no le detuviera la Señora del Cielo. Pensó que por donde dio la vulta, no podía verle la que está mirando bien a todas partes. La vio bajar de la cumbre del cerrillo y que estuvo mirando hacia donde antes él la veía. Salió a su encuentro a un lado del cerro y le dijo: ¿Qué hay, hijo mío el más pequeño? ¿a dónde vas? Se apenó él un poco, o tuvo vergüenza, o se asustó. Se inclinó delante de ella; y la saludó, diciendo13: Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, ojalá estés contenta. ¿Cómo has amanecido? ¿estás bien de salud, Señora y Niña mía? Voy a causarte aflicción: sabe, Niña mía, que está muy malo un pobre siervo tuyo, mi tío; le ha dado la peste, y está para morir. Ahora voy presuroso a tu casa de México a llamar uno de los sacerdotes amados de Nuestro Señor, que vaya a confesarle y disponerle; porque desde que nacimos, vinimos a aguardar el trabajo de nuestra muerte. Pero sí voy a hacerlo, volveré luego otra vez aquí, para ir a llevar tu mensaje. Señora y Niña mía, perdóname; tenme por ahora paciencia; no te engaño, Hija mía la más pequeña; mañana vendré a toda prisa.

«Después de oír la plática de Juan Diego, respondió la piadosísima Virgen: Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿no estás bajo mi sombra? ¿no soy yo tu salud? ¿no estás por ventura en mi regazo? ¿qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella: está seguro de que ya sanó. (Y entonces sanó su tío, según después se supo).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

LECTIO 20160525

LECTURA ESPIRITUAL. #LectioFrayNelson para el Miércoles VIII del Tiempo Ordinario

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LA GRACIA del Jueves 26 de Mayo de 2016

El Espíritu Santo abre e ilumina mi entendimiento para que pueda ver y conocer mi verdad y realidad, cambiando por completo mi vida.

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