Buena ocasión para agradecer

Cuando este boletín y su correspondiente publicación salgan a luz, yo estaré haciendo un breve pero sustancioso retiro espiritual que pide desconexión total, incluyendo teléfono, correo electrónico y cualquier otro medio.

Cuando se abrió el camino para realizar este retiro mi primer impulso fue dar gracias a Dios; y el segundo fue pedir, como hago con frecuencia, el apoyo de la oración de ustedes.

Esto me lleva a reflexionar, una vez más, sobre cómo, en la Santa Iglesia, todos dependemos de todos, todos hemos de apoyar a todos, y todos finalmente recibimos los bienes verdaderos del único Bueno, nuestro Dios y Señor.

Va aquí mi inmensa gratitud por todos los que interceden por nosotros los sacerdotes, que bien conscientes somos de las responsabilidades recibidas y de la enorme distancia que nos separa del ideal diáfano que un día nos propuso la Iglesia.

De verdad, con el alma: GRACIAS.

Solidaridad y crecimiento común

194 El mensaje de la doctrina social acerca de la solidaridad pone en evidencia el hecho de que existen vínculos estrechos entre solidaridad y bien común, solidaridad y destino universal de los bienes, solidaridad e igualdad entre los hombres y los pueblos, solidaridad y paz en el mundo.420 El término « solidaridad », ampliamente empleado por el Magisterio,421 expresa en síntesis la exigencia de reconocer en el conjunto de los vínculos que unen a los hombres y a los grupos sociales entre sí, el espacio ofrecido a la libertad humana para ocuparse del crecimiento común, compartido por todos. El compromiso en esta dirección se traduce en la aportación positiva que nunca debe faltar a la causa común, en la búsqueda de los puntos de posible entendimiento incluso allí donde prevalece una lógica de separación y fragmentación, en la disposición para gastarse por el bien del otro, superando cualquier forma de individualismo y particularismo.422

195 El principio de solidaridad implica que los hombres de nuestro tiempo cultiven aún más la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad en la cual están insertos: son deudores de aquellas condiciones que facilitan la existencia humana, así como del patrimonio, indivisible e indispensable, constituido por la cultura, el conocimiento científico y tecnológico, los bienes materiales e inmateriales, y todo aquello que la actividad humana ha producido. Semejante deuda se salda con las diversas manifestaciones de la actuación social, de manera que el camino de los hombres no se interrumpa, sino que permanezca abierto para las generaciones presentes y futuras, llamadas unas y otras a compartir, en la solidaridad, el mismo don.

NOTAS para esta sección

420Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 17.39.45: AAS 80 (1988) 532-533. 566-568. 577-578. También la solidaridad internacional es una exigencia de orden moral; la paz del mundo depende en gran medida de ella: cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 83-86: AAS 58 (1966) 1107-1110; Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 48: AAS 59 (1967) 281; Pontificia Comisión « Iustitia et Pax », Al servicio de la comunidad humana: una consideración ética de la deuda internacional (27 de diciembre de 1986), I,1, Tipografía Políglota Vaticana, Ciudad del Vaticano 1986, pp. 10-11; Catecismo de la Iglesia Católica, 1941. 2438.

421La solidaridad, aunque falte explícitamente la expresión, es uno de los principios basilares de la « Rerum novarum » (cf. Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 407). « El principio que hoy llamamos de solidaridad… León XIII lo enuncia varias veces con el nombre de “amistad”, que encontramos ya en la filosofía griega, por Pío XI es designado con la expresión no menos significativa de “caridad social”, mientras que Pablo VI, ampliando el concepto, de conformidad con las actuales y múltiples dimensiones de la cuestión social, hablaba de “civilización del amor” » (Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 10: AAS 83 [1991] 805). La solidaridad es uno de los principios fundamentales de toda la enseñanza social de la Iglesia (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 73: AAS 79 [1987] 586). A partir de Pío XII (cf. Carta enc. Summi Pontificatus: AAS 31 [1939] 426- 427), el término « solidaridad » se emplea con frecuencia creciente y cada vez con mayor amplitud de significado: desde el de « ley », en la misma Encíclica, al de « principio » (cf. Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 407); de « deber » (cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 17. 48: AAS 59 [1967] 265-266. 281) y de « valor » (cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 38: AAS 80 [1988] 564-566), en fin, al de « virtud » (cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 38. 40: AAS 80 [1988] 564-566. 568-569).

422Cf. Congregación para la Educación Católica, Orientaciones para el estudio y enseñanza de la doctrina social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes, 38, Tipografía Políglota Vaticana, Roma 1988, pp. 40-41.

Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

Una felicitación para Infocatólica

Es importante felicitar a Infocatólica–a quien modestamente apoyo con alguna contribución a través de mi blog–por su postura valiente y a la vez tan respetuosa en este enojoso asunto que tiene origen definido: la postura, mal fundamentada, pero tan especiosamente presentada y tan ampliamente difundida, del cardenal Walter Kasper sobre el acceso a la sagrada comunión por parte de los divorciados vueltos a casar.

Por supuesto que la conclusión que hay que sacar de todo esto es que sólo puede calificarse de lamentable la condición doctrinal de nuestra Iglesia. Como si fuera de un adorno que puede modificarse a placer, o como si se tratara del reglamento de un club en manos de sus socios: así tratan muchos el depósito de la fe que nos dejaron los apóstoles y que fue refrendado por el sello de su propia sangre, y la de centenares de mártires nobles y llenos de amor a Dios y al prójimo. ¡Que ellos intercedan por nosotros, y particularmente por el Papa Francisco, en estas horas de incertidumbre y penosa desorientación!

Ser feliz o ganar la discusión

Por una concurrida avenida, una pareja va retrasada para cenar con unos amigos. La dirección es en un rumbo que no suelen frecuentar por lo que ella consultó el mapa antes de salir. Él conduce y ella le orienta, y le indica que gire en la siguiente calle a la izquierda. Él argumenta muy seguro que es hacia la derecha. Inicia la discusión y casi al instante ella calla y él decide girar a la derecha. En pocos minutos él se da cuenta de que estaba equivocado. Aunque es difícil, admite que tomo el camino equivocado, al tiempo que inicia el retorno. Ella en silencio le sonríe con camaradería. Una vez que llegaron a la cita se disculparon por el retraso la noche transcurrió grata y amena.
Cuando habían emprendido el camino de regreso, él comenta:

-Tú estabas segura de que tomaba el camino equivocado ¿por qué no insististe para que me fuera por el correcto?

Ella responde:

– Porque íbamos retrasados y el tráfico tan congestionado, que los ánimos estaban calentándose, estábamos a punto de una agria discusión, si insistía más, habría estropeado la noche, y Entre Tener Razón y Ser Feliz, prefiero Ser Feliz.

Esta historia fue contada por una directora empresarial durante una conferencia sobre la simplicidad en el mundo del trabajo.

Ella utilizó el escenario para ilustrar la cantidad de energía que gastamos sólo para demostrar que tenemos razón, independientemente de tenerla o no.

Desde entonces, me pregunto más a menudo: ¿Quiero ser feliz o ganar la discusión?

¿Y dónde estaba Dios?

Una vez más gracias por sus reflexiones y temas de formación. Después de la tragedia ocurrida en Fundación, Magdalena, con los niños y sus familias, algunos compañeros de la universidad (no creyentes, ateos) me han preguntado a mí por ser uno de los pocos que manifiestan una fe cristiana qué pasó con Dios el Dios benévolo, misericordioso que ama a los niños y ellos además que asistían a un grupo cristiano, dónde está cuando eso pasa? ¿por qué permite esas cosas?

* * *

Ante todo, ofrezco mi cercanía y oración a los parientes de esta horrenda tragedia, que enluta y avergüenza a mi país, Colombia.

Sobre la cuestión teológica como tal, hay tres claves importantes:

1. Dios no es inmediatamente responsable de las acciones u omisiones de los seres libres por Él creados. Si Dios fuera el responsable no habría genuina libertad. De mod que sí hay libertad, sí hay responsabilidad, y si hay culpa. Todo indica que en el caso que nos ocupa hubo gravísimas omisiones en cuanto al transporte seguro de seres humanos.

2. El plan de Dios no se limita a las consecuencias inmediatas de lo que sucede, incluyendo nuestras respuestas emocionales inmediatas. De grandes males surgen también grandes bienes pero la escala en la que eso puede suceder desborda a menudo por completo nuestra comprensión y el estimado de tiempo de nuestra vida.

3. La vida humana no termina con la muerte. Si alguien niega esto que no diga que es cristiano y que por lo tanto no pretenda pelear con el Dios cristiano. Si deseas discutir sobre el Dios cristiano, admite la fe cristiana.

Todo esto no nos exime de sentir tanto el dolor como la indignación que brotan de una tragedia tan brutal.