Educacion Catolica, 017

Instruir y mas que instruir

ENSEÑAR

19. Ya aceptada la necesidad de negar al “hombre viejo”, y la actualización de un “hombre exterior” fiel, y servicial de la voluntad de Dios; comprendiendo que la educación debe llegar al alma (hombre interior) y a Jesús en el alma, el cual debe “crecer en estatura, gracia y sabiduría ante Dios y los hombres” (cf. Lc 2, 52); entonces la enseñanza y la instrucción serán dirigidas a que el Reino de Dios se asiente en el alma, a fin de que el Rey Jesús se establezca en ella de manera segura y permanente.

La enseñanza tendrá dos aspectos: a) Comunicar conocimientos, habilidades, ideas o experiencias a quien no las tiene con la intención de que las aprenda, y b) Realizar las acciones necesarias para ejecutar el proceso de aprendizaje.

Este doble aspecto suele llamarse enseñanza-aprendizaje, el cual implica un saber y un saber hacer. Es decir, un conocimiento llevado a una práctica que influya y transforme a los demás.

INSTRUIR

20. El concepto de “instrucción” lo caracterizamos como la información con fines parciales y prácticos. Como ejemplo puede ser una regla monacal, o un instructivo o manual para llevar a cabo una actividad útil.

Es verdad que estos conceptos de educar, enseñar e instruir son utilizados por el mundo en el lenguaje educativo. Pero en el seno de la educación católica tienen un significado diferente, pues conllevan a un proceso en el cual Dios enseña y aprende en el hombre. Un proceso que tiene como objetivo conformar al hombre con Cristo.

Los conocimientos mundanos son útiles sólo si el Espíritu los selecciona y los aplica, de lo contrario son vanos; pues se pueden considerar a sus instructores como “ciegos guiando a ciegos”.

Al discípulo de Cristo le cuesta trabajo inmiscuirse con la educación mundana, pero si es enviado por la santa Iglesia a comprenderlo para aplicarlo en bien de los hermanos, entonces se le saca provecho. Pero no es algo agradable suspender o aplazar la verdadera educación para tocar una enseñanza que está viciada de principio, pues se hace sin tomar en cuenta la Sabiduría de Dios.

Pero sólo se justifica este ejercicio o instrucción si el que lo hace es enviado por un Obispo, a quien el Espíritu le hizo ver dicha necesidad. Porque debe ser enviado quien esté fuerte en el discipulado, para no ser influido por lo negativo de la educación mundana; pues quien no está cimentado en la Doctrina, corre el riesgo inmenso de ser desviado y separado de la santa Madre Iglesia.

COROLARIO

21. Es obvio suponer que en un seminario católico lo que debe primar es la educación católica, debido a que la intención es formar sacerdotes de Cristo, los cuales sean discípulos de Él. De no ser así, si en los seminarios se le da más importancia a la educación mundana se está en el error, y hay el peligro de formar sacerdotes que son del mundo y no de Dios; lo cual es un escándalo para las almas que anhelan al Amado. Y se puede cumplir lo que dice san Pablo:

“Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos… Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos… Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entregolos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene” (Rm 1, 20-22, 24, 28).

Debido a que no todo lo que hay en el mundo es malo, algunos conocimientos, experiencias y métodos pueden ayudar a explicar y a mejorar la educación católica. Pero quien discierne lo que es bueno de lo que no, es el Espíritu Santo en el Magisterio infalible de la santa Iglesia. Es un error no tomar en cuenta lo bueno que hay en el mundo, pero es un error mayor dejarse influir por él. Por tanto, nunca el mundo debe condicionar el quehacer educativo de la santa Iglesia, sino el Espíritu de Dios.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]