Cristo Vivo, 03 de 10: La Urgencia del Amor

Cristo Vivo. Retiro con Frailes Dominicos del Vicariato del Ecuador, en Enero de 2012. Tema 3: La Urgencia del Amor.

* Llama la atención que Juan bautista anuncia cosas terribles, en el estilo y modo del Día de la Ira, y luego llega Cristo anunciando una Buena Nueva.

* Para algunos predicadores y teólogos, es como si Cristo desautorizara o diluyera el mensaje de Juan, presentándolo prácticamente como una “falsa alarma.” En esa misma línea, el amor de Cristo se empieza a mirar como si fuera una especie de benevolencia sin exigencias, un cariño “light” que fácilmente se vuelve como cómplice de nuestras mediocridades o de los pecados que preferimos.

* Ese tipo de “amor,” por ejemplo, es invocado como argumento para decir que la homosexualidad es una opción más–a pesar de los textos claros que condenan tal práctica.

* La verdadera percepción del amor sólo se da en la percepción de la urgencia del amor. Quien percibe lo dramático de vivir en los últimos tiempos descubre también la gracia y la misericordia de Dios que, en Cristo, nos da aún tiempo para acoger con prontitud y alegría su salvación.

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El Dador de Vida

14. ¿Y qué es lo “mandado” por Jesús? Como una orden es: “Id a hacer discípulos y a Bautizar, enseñándoles a guardar lo que os he mandado”. Y como un envío o regalo es: guardar principalmente al Espíritu Santo, el cual Él nos ha dado en cumplimiento de la promesa del Padre; don que ha conseguido para nosotros sus hijos discípulos, a precio de su sangre.

Todos los dones del Bautismo se desprenden del don de dones que es el Espíritu Santo. Es más, la misma Iglesia, los Sacramentos y la Doctrina son obra y gracia del Espíritu de Dios. Por ello la Escritura nos recomienda:

“Guardaos de entristecer al Espíritu Santo de Dios, en el cual habéis sido sellados para el día de la redención” (Ef 4, 30; cf. Is 63. 10).

En efecto, el fiel y el discípulo han sido sellados por Dios y en Dios por los Sacramentos para actualizar la Redención. Sin la presencia del Espíritu Santo -el cual puede estar “cerca y junto”, o “en” el fiel y el discípulo3-, ninguna educación y enseñanza tienen sentido trascendente y real.

Por tanto es una necesidad apremiante el suplicar al Padre Bueno el don del Espíritu, pues sin Él nada tiene sentido. Sin Él que es “Dador de Vida”, estamos muertos en el alma y sumidos en la ignorancia y la corrupción. Él es el propósito y el sostén de toda educación y enseñanza verdaderas. La educación católica consiste básicamente en la petición a Dios de su Espíritu y en cultivar sus mociones. Esto se debe hacer a diario y en todo lugar.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]