UNA PARABOLA VIVIENTE

UNA PARABOLA VIVIENTE

(Lc 15,13-15; Gal 4,1-7; Jn 8, 31-42; Rm 7,14-24; Gen 1,27; 3,1-3)

Les invito a que profundicemos un poco más sobre las relaciones que pueden darse entre el hombre y Dios. Hagámoslo escuchando al Señor que nos habla desde la Sagrada Escritura. En al AT nos recuerda esa relación de familiaridad que existía entre Dios y su criatura y esa otra terrible relación de enemistad entre ellos que creó la desobediencia del hombre. También el mismo Jesús, en el NT, nos dirá, hablando con los judíos, que “todo el que comete el pecado es un esclavo y no se queda en casa para siempre, mientras el hijo se queda para siempre” (Jn 8,14). En ese mismo diálogo con los judíos, Jesús contrapone el esclavo, que ha perdido la libertad con el hijo, que es libre y permanece siempre libre. Así como la fe llevó a Abraham a fiarse de la Palabra, que libera de la esclavitud del pecado, de la misma manera les invito a vivir la Palabra que nos llevará a permanecer en el Hijo y ser siempre hijos. San Pablo hace un comentario al respecto y dice que no existe una vía intermedia en nuestra relación con Dios y que solo podemos vivir como hijos o como esclavos.

El libro del Génesis reporta las palabras que pronunció el Padre al crear al hombre: “dijo Dios:llenen la tierra y sométanla; manden en los peces del mar y en las aves del cielo y en todos los animales de la tierra” (Gen 1,28). El hombre es creado por Dios para ser SEÑOR, para someter a toda criatura existente. La Biblia expresa esta verdad con las siguientes palabras: “sometan la tierra“.

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