155. Directores Espirituales

155.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

155.2. Como tensando el arco de la fe te acercas a este momento, y con paciencia dispones tu alma para acoger una palabra distinta, la palabra que tú mismo no puedes darte. Tal actitud de alma hace bien a tu corazón. Estás tan acostumbrado a escribir en las vidas de otras personas, que te hace bien este momento en que puedes ser papel y no pluma. No importa cuántas cosas sucedan en tu vida, no pierdas esa alma abierta, porque es posible que lo que tú das sirva para salvación para otros, pero tu propia salvación depende más de lo que tú recibes. Más ayuda a tu bien lo que acoges de Dios que lo que haces por Dios, y si esto último tiene valor, lo tiene en la medida en que has acogido de Dios la gracia, la fuerza y la bendición para obrar según su querer.

155.3. De aquí la importancia de lo que suele llamarse “dirección espiritual.” Un buen director es aquel que se siente más dirigido que director, es decir, aquel que de tal manera se siente compelido a obedecer a la acción del Espíritu, que tiene en sus palabras trazo y seña de la voluntad misma de Dios para aquellos que dirige. Deduce de esta indicación con cuánto amor es preciso que trates a cada alma y a cada corazón. Sin duda esta labor requiere gran delicadeza y una profunda sensibilidad a las mociones del Espíritu, por una parte, y a las particularidades, posibilidades y expectativas del dirigido, por otra parte.

155.4. Un buen director espiritual es entonces un alma de oración; es una oración encarnada que lleva siempre fresca la memoria de la Sangre de Cristo, como alguna vez te enseñó Carlos Borromeo. Si hay una labor noble sobremanera y difícil en grado sumo es esta, que tiene de escultor, escritor, amigo, confidente, maestro, juez, médico y mil cosas más.

155.5. Uno de los oficios propios de nuestro ministerio angélico es la dirección espiritual, aunque no como reemplazos de la labor de los superiores legítimos en el orden jurídico o de saludable consejería o confesión. En las palabras que te he dicho puedes entender cuál es este aspecto de nuestra misión: más una inspiración que un mandato; más una persuasión que un plan de vida; más una invitación que un método. Y sin embargo, la intensidad de la unión de amistad con nosotros hace bien más allá de lo que muchas veces puede recibirse de las personas humanas.

155.6. Así como he obrado contigo, así quiero que obres tú con tus hermanos. Reciban ellos, al contacto con la palabra encendida en ascuas de Cielo, inspiración, persuasión y llamado. Ahora ve y descansa.