Ejercicios sobre el perdon, 51

PERDONARSE A SÍ MISMO: Entremos a reflexionar el tema el perdón a sí mismo, que según varios analistas, constituye el momento decisivo en el proceso del perdón. En efecto, el perdón a Dios y el perdón a los otros tiene que pasar por el perdón que yo me conceda a mí mismo. Quien quiere perdonar pero no logra perdonarse a sí mismo es como quien se mete al mar sin saber nadar. Se convierte en juguete de las olas. Lo esencial de toda sanación es aprender a perdonarse a sí mismo, pues desde allí viene la práctica para el perdón a los demás. Solo el perdón que te otorgues a ti mismo logrará restablecer la paz, la armonía interior y hará posible que podamos abrirnos al perdón al otro.

Origen del desprecio a sí mismo: El corazón se va envejeciendo por el pecado, el odio, la falta de perdón. A partir del pecado nuestro corazón se ha llenado de debilidad, culpabilidad, agresividad que, a veces, es dirigida contra los hermanos más cercanos. Puede ser que uno haya sido marcado por reproches humillantes de parte de padres, familiares, educadores: ¡eres un bruto! ¡no sirves para nada! ¡eres un inútil! O se nos marcó con silencios terribles o nos hicieron pasar vergüenzas ante los demás por habernos comportado de una manera que parecía reprensible ante los mayores. Somos seres repletos de culpabilidad. Esta puede comenzar ya desde el seno materno, por ejemplo, al no ser acogido, al no ser deseado, o al no ser aquello que se esperaba: niño o niña; todo eso hace que nos sintamos culpables de vivir. Son muy diversos los orígenes de la culpabilidad, y se continúa así porque no se ha descubierto aún la realidad profunda, transformadora del perdón.

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