110.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
110.2. Cuando Abraham miraba las estrellas, según te cuenta más de una vez la Escritura Santa (Gén 15,5; cf. 22,17; 26,4), en ellas leyó la confirmación de la maravillosa promesa que Dios le hacía: “multiplicaré tu descendencia.” A esa misma hora, seguramente, hombres de otras latitudes levantaban sus ojos a ese mismo cielo, y de él pretendían entender los designios arcanos que marcaban su vida. Estos otros hombres fueron creadores de la astrología que ha pervertido o por lo menos insensibilizado el corazón de tantos a lo largo de los siglos. Las estrellas le hablaban a Abraham del plan divino; las mismas estrellas hablaban a los astrólogos de historias de dioses y de designios anónimos. Ese cielo y esas estrellas eran un libro que pudo ser leído de dos modos o de muchos modos diversos.