Xaire – Saludo del Arcángel a la Smma. Virgen María (Lucas 1,28-31)
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
Xaire – Saludo del Arcángel a la Smma. Virgen María (Lucas 1,28-31)
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El Rencor
(Mt 5, 38-39)
Les invito a reflexionar en un sentimiento muy perjudicial en nuestras relaciones, el rencor, que nos hace incapaces de perdonar. Ciertos sentimientos los Tenemos reprimidos o escondidos ciertos sentimientos desde la infancia o juventud hasta hoy. En muchas oportunidades esos sentimientos se somatizan y pueden manifestarse en forma de dolores de cabeza crónicos, problemas estomacales, dolores de espaldas, etc. Una persona decía que todos los días, a cierta hora, sentía dolor de cabeza. Se le dijo que recordara desde qué edad empezó a sufrir ese dolor y qué le aconteció en esa ocasión. Recordó que a los 7 años su padre lo había castigado injustamente. Él había mantenido desde entonces un rencor contra su padre. Ahora reconocía el posible motivo del castigo, perdonó a su padre y el dolor de cabeza desapareció, porque se liberó del rencor.
Con el avance de la tecnología el mundo ha sufrido cambios significativos, teniendo que pagar un alto precio por el desarrollo. Hemos descuidado nuestras relaciones, que se han deteriorado de tal manera que hoy ya no interesa el amor, el perdón, sino el placer, el pasarla bien, dando lugar a un crecimiento desmesurado de la indiferencia, de la violencia. Hoy estamos viviendo las consecuencias de ese desarrollo. Los cambios poco a poco han ido desmembrando la sociedad. La puesta en boga de la cultura del bienestar y la mentalidad capitalista son ejemplo de la perdida creciente de valores que hemos venido sufriendo.
Predicación en el Monasterio de Santa Inés, donde Sor Marthica entregó su vida al Señor.
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97.1. Mis palabras llegan hasta donde tu tiempo y tus oídos lo permitan. Graba bien esto, no en la memoria de tu computador, ni en esa memoria muerta que es el papel. Grábalo en tu propia memoria y en tu voluble corazón.
97.2. Parece que yo estoy más dispuesto a hablarte que tú a escucharme, y sin embargo eres tú y o yo quien puede recibir provecho de esta comunicación. Así lo permite la Divina Providencia para que sea manifiesto ante tus ojos cómo la tierra ha tratado al Cielo y cómo los hombres tratan a su Dios.
97.3. Entiende que tu pecado no disminuye sino que manifiesta el amor de Dios, pues sólo la gracia exuberante de su misericordia puede sufrir a la raza de Adán; entiende también que el amor no elimina tu pecado, sino que lo hace patente. Mas si tú acoges el amor que te denuncia, recibes también al amor que te sana.
97.4. “¡Gloria a Dios!,” proclama mi corazón embelesado; mi canto no cesa, porque ceses tú de atenderlo. Cuando vuelvas, aquí estaré.
Padre Nuestro (Mateo 6,9-13)
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De corazón a corazón
Respira suavemente. Mira el aire saliendo de ti. Mira el aire entrando en ti. Ábrete a él. Continúa respirando sin prisa. Tómate ahora un minuto para escuchar cómo suenan los latidos de tu corazón. Siéntelos bien… Ahora piensa en una persona contra la cual sientes cierto prejuicio u hostilidad… Durante un minuto trata de ver la cara real de esa persona. Imagínate cómo suenan los latidos del corazón de esa persona.
Ahora, imagínate que estás con esa persona en un lugar donde te sientes a salvo… Mírala a los ojos… Los dos se miran a los ojos… Respira profundamente, despacio… Imagina que durante al menos unos minutos los dos están dispuestos a mirarse mutuamente más allá de las apariencias… Escucha lo que esa persona te dice de sus temores… Imagínate que realmente deseas comprender y comprenderla… Dile qué temes de él y en qué es en lo que te ha ofendido. Una vez más escucha cómo suenan los latidos de tu corazón e imagina el sonido del latido de tu compañero. Respira profundamente y con serenidad.
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Letra de la Liturgia de las Horas:
Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Mirando sus luces bellas,
no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aquí parad, que aquí está
quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto,
si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.
No busquéis la estrella ahora:
que su luz ha oscurecido
este Sol recién nacido
en esta Virgen Aurora.
Ya no hallaréis luz en ellas,
el Niño os alumbra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aquí parad, que aquí está
quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto,
si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.
Aunque eclipsarse pretende,
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto
como cuando el sol se enciende.
Aquellas lágrimas bellas
la estrella oscurecen ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aquí parad, que aquí está
quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto,
si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.
La Pasión de Jesucristo: El testimonio del Amor más Grande; la fuente viva de nuestra redención; la razón de toda nuestra esperanza; el principio sólido del amor que nos une; la revelación de la misericordia en su forma más perfecta. Tema 6: Primera Hora de Agonía en Getsemaní.
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Letra de la Liturgia de las Horas:
Ayer, en leve centella,
te vio Moisés sobre el monte;
hoy no basta el horizonte
para contener tu estrella.
Los magos preguntan; y ella
de un Dios infante responde
que en duras pajas se acuesta
y más se nos manifiesta
cuando más hondo se esconde.
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Letra de la Liturgia de las Horas:
Estrella nunca vista se aparece
a los remotos magos orientales,
y, al juzgar de los fuegos celestiales,
otra lumbre mayor los esclarece.
Nacido sacro Rey se les ofrece,
con nuevas maravillas y señales,
para que reverentes y leales
la obediencia le den como merece.
Parten llevados de la luz y el fuego,
del fuego de su amor; luz que los guía
con claridad ardiente y soberana.
Subió al trono de Dios el pío ruego,
y, llenos de firmísima alegría,
vieron la luz de Dios por nube humana.
96.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
96.2. Hay una promesa y una esperanza que el libro de los Salmos repite con alguna frecuencia: “No quedaré confundido” (Sal 25,2.20; 31,2; 71,1; 119,80). ¿A qué se refiere esta “confusión”? Es el nombre que la Escritura da a ese sentimiento profundo y evidente de estar en contradicción con uno mismo.