99.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
99.2. La grandeza y belleza solemne del mar, así como la fuerza irreprimible de sus olas, han servido de imagen preciosa de numerosos atributos divinos, en los escritos de aquellos bienaventurados hombres y mujeres que acogieron la gracia, y de ella revestidos entraron a la Sala del Banquete celestial.
99.3. La Sagrada Escritura, en cambio, no tiene términos tan elogiosos o poéticos para las aguas insondables. Más bien ve una manifestación de la soberanía divina en su victoria contra la soberbia de las olas (Job 38,11; Sal 65,8), que bien tuvo su episodio en aquella tempestad sosegada por la palabra de Jesucristo (Mt 8,23-28).