68.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
68.2. Hilos sutiles, y un tejido tenue y fino, van uniendo entre sí las más diversas creaturas. Una mirada distraída y apática distingue sólo masa y multitud; una mirada atenta y amorosa descubre orden y belleza.
68.3. En cierto modo, este es uno de los grandes oficios de los Ángeles: mirar, y mirando, admirar y alabar. Cada Ángel tiene, por así decirlo, como un punto de vista sobre el conjunto de la obra creadora y redentora de Dios, y ninguno la agota, pues desde que Dios mismo quiso participar de su naturaleza a sus creaturas racionales, las hizo inagotables en sus posibilidades.