58.1. ¿Cómo debo tratarte? La dureza te espanta, la suavidad te relaja; la paciencia te hace indolente y la premura te hace abatido; el cariño te adormece y el rigor te aleja. Si tú fueras la razón de mis palabras, hace tiempo debería haberme callado. Pero hay un amor, el mismo que te creó a ti, que ahora vela por ti y con providencia me envía a tu lado.
58.2. Hoy has aprendido un poco más de la doctrina de tu nada. Si no aprendes tu nada, jamás acogerás del todo a Dios, que es tu todo. Bien comprendió Bernardo de Claraval que aprender de Dios era aprender a bajar por las escalas de la humildad y la conformidad con Cristo. No son los conocimientos que amontonas, sino los fardos que te quitas, los que te permitirán ver la verdad.