El Limbo (4 de 4)

4. Algunas consideraciones pastorales

Las palabras fundamentales en todo esto creo yo que son tres: misericordia, esperanza y caridad. Misericordia por parte de Dios, que es el fundamento de la esperanza que puede tener la Iglesia. Una esperanza que ha de ser particularmente activa porque, según lo dicho, es de la caridad de la misma Iglesia, tomada de su fuente en Cristo, de donde se hace posible la esperanza de bienaventuranza para estos infantes.

Dicho de otro modo, hay una analogía entre la situación de las almas del purgatorio y los infantes muertos sin bautismo: en ambos casos se requiere una corriente de amor desde el seno de la Iglesia peregrina que perfeccione en el orden de la gracia lo que falta tanto a unos como a otros. Esto no lo hace la Iglesia por sí misma ni sólo desde sí misma sino unida a su Esposo y Señor, y como fruto propio del Espíritu que habita en Ella.

Así pues, al declarar que el destino último de estos infantes es la bienaventuranza la Iglesia no se desentiende ni puede desentenderse de ellos como si pudiera haber un proceso “automático” que garantizara a ciertos seres humanos la gloria del cielo. La única “Fábrica de Santos” es la conformidad con el Corazón de Cristo, y ello, tanto en el caso de las almas del purgatorio como en el de los infantes muertos sin bautismo, implica el ejercicio de la caridad de la Iglesia, en especial a través de la oración, y singularmente de la Eucaristía.

En ese sentido parece apropiadísimo, en el orden pastoral, que las distintas comunidades locales hagan explícitas sus oraciones y sufragios por estos niños, no con una incertidumbre cargada de angustia, sino con la ternura, la cercanía y la esperanza teologal que espontáneamente nos inspiran estas criaturas, inocentes y a la vez indigentes en grado sumo. Deberá evitarse, en cambio, la asociación mental, explicable pero engañosa, que tiende a verlos como seres ya perfectos, o muy santos, o equiparables o iguales a los ángeles. Esa clase de asociación en realidad es una falta de amor hacia esas almas a las que falta en realidad toda la maduración tanto natural como sobrenatural. Foméntese entonces con delicadeza la intercesión por ellos haciendo énfasis en las notas ya mencionadas.

Finalmente: una vida segada tan tempranamente implica siempre una forma de frustración, como lo demuestra sin duda el sentimiento de las madres que así pierden a sus hijos. En ese dolor hay una participación entonces del drama de Cristo, cuya vida fue también arrebata con violencia. Si es verdad que en medio de un dolor intenso y prolongado puede parecer amable por comparación la vida de estos niños, como lo demuestra el largo lamento de Job, en el capítulo 3, esta forma de existencia no es un ideal humano y no puede presentarse como inocuo o normal que muchos sean conducidos a ese destino, por ejemplo a través de procedimientos gravemente cuestionables desde la bioética. No falta el amor de Dios a ellos pero eso no significa que vidas tan breves sean modelo verdadero para las demás vidas.

Y que al tratar de esta materia brille también la humildad a la que hemos aludido antes, pues finalmente lo que hacemos todos es encomendarnos a nuestro Creador y Redentor, sin otra certeza que nuestra absoluta necesidad de su guía y su gracia.

3 respuestas a «El Limbo (4 de 4)»

  1. Estimado Fray Nelson:

    ¿Ha descartado la Iglesia la hipótesis de que la salvación de los niños que mueren sin bautizar pueda depender de la realización de un único y definitivo acto de voluntad (de alguna manera similar al de los ángeles)?

    Espero que pueda orientarme.
    Aprovecho para comentarle que visito con frecuencia su sitio web. Buscando homilías para escuchar, por ejemplo, sucede que uno carga varias veces la misma página o va y viene. Lo que no me convence mucho es que en cada una de esas idas y venidas, la música recomienza y vuelve a descender un cartelito que aconseja cosas. El resto funciona bien; el contenido también es muy bueno.

    Saludos desde Argentina
    Tito

  2. Que yo sepa, la Iglesia no ha descartado oficialmente ninguna postura sobre esta cuestión de los infantes muertos sin bautismo. Personalmente, sin embargo, creo que la comparación con el caso de los ángeles es un poco difícil de sostener porque el ejercicio de la facultad de la inteligencia no está vinculado con el tiempo: no hay en ellos un crecimiento en la inteligencia, y por tanto, cuando acceden al conocimiento de que Dios es Dios, ello lo conocen de modo tan perfecto como les es posible. Nuestro ser humano, en cambio, sólo llega a conocer discurriendo, por lo que también la realización de actos plenamente voluntarios queda ligada a ese discurrir, o como se suele decir, al pleno uso de razón.

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