35. Sed Perfectos

35.1. Sobre las ruinas desoladas del mundo, después de que todo haya sucedido, podrás contemplar aún a los Ángeles. Nosotros somos como el marco que rodea la creación visible, en todo sentido. No debes decir que allí donde lo visible alcanza su límite empieza Dios, porque, por una parte, lo visible ya le manifiesta, y por otra, lo invisible no le oculta.

35.2. Hay, es verdad, una jerarquía en los seres, una jerarquía que no termina en lo que ven vuestros ojos. En el Universo, obra de Dios, esa jerarquía comprende también lo que nosotros los Ángeles somos, hasta los más altos y perfectos, a quienes la Iglesia suele llamar «Serafines».

35.3. Ahora bien, es verdad que hay distintos órdenes de perfección. Una es la perfección entitativa, es decir, la que es propia de un ser por el sólo hecho de su constitución o “modo de ser,” según el orden de la creación. Así por ejemplo, es entitativamente superior un animal a un mineral.

35.4. Existe también la perfección moral, que se refiere no al orden de la creación, sino al orden de la efusión de la gracia, es decir de la comunicación o participación en la vida divina. Estos dos órdenes que he mencionado de suyo no dependen el uno del otro. Es entitativamente superior el adulto, que ya ha desarrollado todas sus potencialidades, al niño que apenas empieza a desarrollarlas, pero es muy posible que en el orden de la gracia haya una perfección mayor en el niño que en el adulto.

35.5. Existe además una perfección circunstancial, que se relaciona con el momento y el modo en que la intervención de un ser particular, como causa segunda, da paso a una obra más significativa en el conjunto de la Historia humana. Esta última perfección alude a la obra precisa en el momento preciso, a hacer bien lo que hay que hacer en el momento en que había que hacerlo. Piensa en aquel ladrón que ejerció una plenitud de fe en la hora de la Cruz. Su perfección moral era escasa y su perfección entitativa, incluso pobre, comparada con la de otros seres humanos, pero su acción fue inmensamente oportuna en el conjunto de circunstancias completamente únicas en que se encontraba.

35.6. De acuerdo con la primera forma de perfección, el Ángel es siempre superior al hombre, durante todo el curso de su vida, así como el hombre es más perfecto que el animal, y éste, que las plantas. La mayor perfección en este sentido tiene un límite, a saber, la máxima perfección propia de la naturaleza que se posee. Pero un hombre nunca será un Ángel, ni lo contrario.

35.7. De acuerdo con la segunda forma, en cambio, que es un modo más pleno de perfección, sí es posible que haya semejanza entre hombres y Ángeles, como lo dijo ya el salmista: «En presencia de los Ángeles salmodio para ti» (Sal 138,1). Lo que rige en este segundo caso es la caridad, don bendito de Dios Padre que envuelve preciosamente a todas sus creaturas y une interiormente a todos los racionales. Se puede dar el caso, entonces, de que un ser humano aventaje en perfección a los Ángeles, según este modo de perfección, y de hecho así es, como sabes por la santidad de la Virgen María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo.

35.8. ¿Es posible avanzar en el tercer modo de perfección? Sí. Es lo que Cristo quería cuando invitaba y casi exigía que estuvieseis atentos a los “signos de los tiempos” (cf. Mt 16,3). Esta perfección no podemos dárnosla los Ángeles a nosotros mismos, sino que depende de las misiones particulares que algunos de nosotros han recibido de Dios. Así por ejemplo, se te ha predicado la victoria de Miguel, y el altísimo encargo de Gabriel, y la humilde pero elocuente tarea de Rafael. No pienses que sólo ellos han recibido estas misiones “especiales,” pues ya la Escritura te cuenta de Ángeles que no quisieron dar sus nombres (cf. Jue 13,3-18). Más bien la norma es que el nombre no aparezca, y la razón es la que dio aquel Ángel del libro de los Jueces: «El Ángel de Yahveh le respondió: “¿Por qué me preguntas el nombre, si es maravilloso?”» (Jue 3,18).

35.9. Eso en lo que a nosotros respecta; en cuanto a vosotros, mira que es posible relacionar cada género de perfección con una de las Personas Divinas. El primero, el de la creación, con Dios Padre; el segundo, de la caridad que se os otorga por la redención, con Jesucristo, el Hijo de Dios; y este tercer modo, el de la gracia actual y de los carismas imprevisibles, con la obra del Espíritu Santo.

35.10. Cristo dijo: «Sed perfectos» (Mt 5,48), y ya ves cómo hay un modo precioso de entender estas palabras en relación con el universo creado, con la redención en Cristo y con la gracia sorprendente del Espíritu Santo.

35.11. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.