Hoy ha muerto la vida.
¿Qué sabor tendrá este día
y qué aroma, sino muerte?
Sufre Cristo, ya fenece,
y con él, mi amor entero
y la luz del pensamiento
que su luz puso en mi frente.
Hoy ha muerto la vida.
No me deis, pues, alegría,
ni consuelo ni canciones;
no me deis muchas razones;
dejad que Cristo dormido
me diga por qué se ha ido
por el medio de la noche.
Hoy ha muerto la vida.
Y tras de ella se iban
mis pecados y deseos.
De Dios el blanco Cordero,
ardiendo de amor el alma,
consumía en llamarada
mis recuerdos y mis sueños.
Hoy ha muerto la vida.
Ante la cruz extendida,
se extiende mi historia toda,
y en su tiniebla especiosa
mi nombre resuena extraño,
por Dios mismo pronunciado,
en esta sublime hora.
Hoy ha muerto la vida.
La soledad escondida,
que acecha los corazones
de los hijos de los hombres,
de improviso se presenta
ante mi alma, que no acierta
si callarla o darle nombre.
Hoy ha muerto la vida.
Su inexorable caída
un doble abismo descubre,
que ante mis ojos reúne
la crueldad de la canalla
y la piedad de la gracia
que hizo de la noche lumbre.
Hoy ha muerto la vida.
Mas la muerte malherida
sabe que poco le queda.
La plegaria del que espera
y el amor de aquel que ama
hallarán por la mañana
esa vida que no muera.
Amén.