Te bendecimos, Padre omnipotente,
porque no sólo conoces y deseas
lo que es mejor para nosotros,
sino que en verdad lo realizas
por la fuerza soberana de tu amor
que todo lo crea.
Te glorificamos, Padre clementísimo,
porque antes que el mundo existiese
ya nos veías en tu Hijo Unigénito;
en él nos amaste sin límite
y por él dispusiste todas las cosas
para que, siendo conformes a él,
participáramos plenamente
de la vida abundante
que te es propia
desde toda la eternidad.