Padre celestial,
que nos has revelado tu bondad
en la vida y la palabra,
en la Pasión, la Muerte y la Resurrección
de tu Unigénito, nuestro Señor Jesucristo:
despierto a tus bienes y a mis males,
vengo a implorar tu misericordia
para mi vida,
para mi muerte
y para el destino eterno que me aguarda.
Desde ahora quiero aceptar tu designio sobre mí,
porque comprendo que tu voluntad habrá de realizarse,
con mi acatamiento o sin él,
pero me parece que redunda en gloria tuya
que mis rebeldías se abajen ante tu majestad
y que mi voluntad busque servirte
no por necesidad sino por amor.