Cuando se trata de defender la vida humana y la familia como santuario de la vida humana es fácil tener la impresión de que uno está predicando en el desierto. Los cambios en las leyes de cada país, bien amplificados por el común de los medios de comunicación, conducen fácilmente al desaliento: cada vez más países despenalizan el aborto voluntario mientras que ganan terreno los estribillos del coro del abismo: “matrimonios” entre personas del mismo sexo, eutanasia a la carta, embriones para repuestos humanos.