12. Un Desencuentro
Al principio Juan creyó que estaba soñando o que la pesadilla infernal seguía. Abrió los ojos que le pesaban como si tuviera losas en vez de párpados. No había rastro de los monstruos y la voz desde afuera seguía gritando, primero sólo en latín y luego en aldunense: “Miserere Mei, Domine!”
Hacía tantos años que Juan no oía aldunense que se quedó perplejo. Incorporándose notó que tenía la túnica sucia por haber trasbocado y que todo él apestaba a licor barato. Sin embargo, abrió la puerta y se encontró con un pastor muy alto y fornido, cuyas cejas se unían sobre la nariz. El pastor hizo una mueca de enfado por el hedor que salía de Juan pero no se movió un centímetro de su sitio. Por un momento los dos hombres se miraron como identificando cada cual el tipo de persona que el otro era.