Juan en Aldún (7 de 20)

7. Mateo, Capturado

Mateo despertó con un dolor de cabeza salvaje. Sentía la boca como una teja y todo le daba vueltas. Pero el mundo estaba bien atado a él o él al mundo, porque unas cuerdas gruesas lo mantenían sujeto a una tabla larga. Los hombros eran un solo dolor porque las manos estaban atadas por detrás de la tabla, que estaba sostenida sobre una especie de caballetes. No sentía los pies tampoco, pues también ellos estaban amarrados en incomodísima posición por debajo de la misma tabla. Lo único amable de ese despertar fue el rostro de Ariadna, la mujer que de algún modo le había salvado la vida.

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