En Ibagué me aguardaba otra sorpresa. Ciertamente el Señor me quiere siempre discípulo más que predicador o maestro. La sorpresa es ver el curso que va tomando la semilla de la gracia que hace cinco años plantaron María Claudia y María Margarita, dos amigas hermanadas por el deseo de la evangelización en serio y a gran escala.