Desde la época del viaje que hice a Estados Unidos en enero he venido oyendo insistentemente en las noticias sobre el jucio contra Martha Stewart. Como persona absolutamente ajena no sólo al caso sino a la cultura y al idioma simplemente me preguntaba qué sería lo que había hecho esa señora. Un espontáneo sentimiento de solidaridad hacia ella, por su condición de mujer y por verla como tan expuesta, era quizá mi única reacción.
Cuando volví a Irlanda me encontré hace poco con que el juicio contra ella había llegado a término y que el resultado, en veredicto del jurado la señalaba como culpable de cuatro cargos distintos que podrían implicar hasta 20 años de cárcel. La solidaridad dio entonces paso a la curiosidad, porque presentí que en esto no había solamente un hecho aislado sino algo que de algún modo atañe a la cultura.