Nuestra parroquia en el centro de Dublín, donde vivo, tiene un par de lugares de culto asociados y separados físicamente de la iglesia como tal, a saber, una capilla del Santísimo y una casa de atención a personas mayores durante el día. Con alguna frecuencia –por lo menos una vez a la semana– el prior me encomienda una de las dos misas que hay en la Capilla del Santísimo, que queda como a dos cuadras de nuestro convento. El lugar suele ser conocido como Capilla de San Martín, porque a su lado funciona una pequeña librería y otras dependencias que nacieron de la devoción a San Martín de Porres.