A casi dos semanas de haber llegado, las primeras impresiones se han decantado y otra serie de sentimientos, más firmes, van tomando su lugar.
Es una maravilla eso que está contenido en el verbo “familiarizarse”. Los lugares, las personas, los acentos, los horarios van dejando de ser exteriores –y extraños– a nosotros y se entran, se vuelven parte de nuestra expectativa y de nuestra normalidad. Familiarizarse es incorporar a nuestra “normalidad” cosas que antes no estaban allí. Por contrapartida, es también dejar atrás otras cosas que ya no podemos esperar.