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Este es el único Santo al cual se le celebra la fiesta el día de su nacimiento.
San Juan Bautista nació seis meses antes de Jesucristo. De hoy en seis meses, el 24 de diciembre, estaremos celebrando el Nacimiento de Nuestro Redentor, Jesús.
El capítulo primero del evangelio de San Lucas nos cuenta de la siguiente manera el nacimiento de Juan: Zacarías era un sacerdote judío, que estaba casado con Santa Isabel, y no tenían hijos, porque ella era estéril.
Siendo ya viejos, un día, cuando estaba él en el Templo, se le apareció un Ángel de pie a la derecha del altar.
Al verlo se asustó, mas el Ángel le dijo: "No tengas miedo, Zacarías, pues vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo, que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan".
"No beberá vino ni cosa que pueda embriagar, y ya desde el vientre de su madre, será lleno del Espíritu Santo y convertirá a muchos para Dios".
Pero, Zacarías respondió al Ángel: "¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad, pues mi mujer ya es vieja y yo también?"
El Ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto se cumpla".
Seis meses después, el mismo Ángel se apareció a la Santísima Virgen, comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la noticia del embarazo de su prima Isabel.
Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima para ayudarle en aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa, la saludó.
En aquel momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, porque acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo de Dios que estaba en el vientre de la Virgen.
También Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo, y con espíritu profético, exclamó: "Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre".
"¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la Madre de mi Señor venga a verme? Pues, en ese instante que la voz de tu salutación llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre, se puso a dar saltos de júbilo".
¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque sin falta se cumplirán todas las cosas que se te han dicho de parte del Señor".
Y permaneció la Virgen en casa de su prima aproximadamente tres meses, hasta que nació San Juan.
De la infancia de San Juan nada sabemos. Tal vez, siendo aún un muchacho y huérfano de padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de Dios, porque el contacto con la naturaleza le acercaba más a Él.
Vivió toda su juventud dedicado nada más a la penitencia y a la oración. Como vestido, sólo llevaba una piel de camello, y como alimento, aquello que la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y principalmente langostas y miel silvestre.
Solamente le preocupaba el Reino de Dios. Cuando Juan tenía más o menos treinta años, se fue a la ribera del Jordán, conducido por el Espíritu Santo, para predicar un bautismo de penitencia.
Juan no conocía a Jesús. Pero, el Espíritu Santo le dijo que le vería en el Jordán, y le dio esta señal para que lo reconociera: "Aquel sobre quien vieres que me poso en forma de paloma, Ése es".
Habiendo llegado al Jordán, se puso a predicar a las gentes diciéndoles: "Haced frutos dignos de penitencia y no estéis confiados diciendo: "Tenemos por padre a Abraham", porque yo os aseguro, que Dios es capaz de hacer nacer de estas piedras hijos de Abraham".
"Mirad que ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto, será cortado y arrojado al fuego".
Las gentes le preguntaron: "¿Qué es lo que debemos hacer?". Y contestaba: "El que tenga dos túnicas, que reparta con quien no tenga ninguna; y el que tenga alimentos, que haga lo mismo".
"Yo a la verdad os bautizo con agua, para moveros a la penitencia; pero, El que ha de venir después de mí, es más poderoso que yo, y yo no soy digno ni siquiera de soltar la correa de sus sandalias. Él es el que ha de bautizaros en el Espíritu Santo."
Los judíos empezaron a sospechar si el era el Cristo que tenía que venir, y enviaron a unos sacerdotes a preguntarle "¿Tu quién eres?" Él confesó claramente: "Yo no soy el Cristo".
Insistieron: "¿Pues, cómo bautizas?" Respondió Juan, diciendo: "Yo bautizo con agua; pero, en medio de vosotros está Uno, a quien vosotros no conocéis. Él es el que ha de venir después de mí."
Por este tiempo, vino Jesús de Galilea al Jordán en busca de Juan para ser bautizado. Juan se resistía a ello diciendo: "¡Yo debo ser bautizado por ti, y Tú vienes a mí!"
A lo cual respondió Jesús, diciendo: "Déjame hacer esto ahora. Así es como conviene que nosotros cumplamos toda justicia". Entonces, Juan condescendió con Él.
Habiendo sido bautizado Jesús, al momento de salir del agua y mientras hacía oración, se abrieron los cielos, y se vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma, permaneciendo sobre Él.
En aquel momento se oyó una voz del Cielo que decía: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis complacencias".
Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a su encuentro, y al verlo, dijo a los que estaban con él: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo".
"Éste es Aquel de quien yo os dije: Detrás de mí vendrá un Varón, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo".
Juan atestiguó, diciendo: "He visto al Espíritu en forma de paloma descender del cielo y posarse sobre Él".
"Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel sobre quien vieres que baja el Espíritu Santo y posa sobre Él, Ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo. Yo lo he visto, y por eso doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios".
Herodías era la mujer de Filipo, hermano de Herodes. Herodías se divorció de su esposo y se casó con Herodes.
Juan fue con él y le recriminó diciendo: "No te es lícito tener por mujer a la que es de tu hermano". Y le echaba en cara las cosas malas que había hecho.
Herodes, instigado por la adúltera, mandó gente hasta el Jordán para traerlo preso, queriendo matarle, mas no se atrevió, sabiendo que era hombre justo y santo. Lo protegía, pues estaba muy perplejo y preocupado por lo que le decía.
Herodías lo odiaba a muerte y sólo deseaba encontrar la ocasión de quitarlo de en medio. Tal vez temía que a Herodes le remordiera la conciencia y la despidiera siguiendo el consejo de Juan.
Sin comprenderlo, ella iba a ser la ocasión del primer Mártir que murió en defensa de la indisolubilidad del matrimonio y en contra del divorcio.
Estando Juan en la cárcel y viendo que algunos de sus discípulos tenían dudas respecto a Jesús, los mandó a Él, para que Él mismo los fortaleciera en la fe.
Llegando donde Él estaba, le dijeron: "Juan, el Bautista, nos ha enviado a ti a preguntarte si eres Tú el que tenía que venir, o esperamos a otro".
En aquel momento curó Jesús a muchos enfermos, y respondiendo, les dijo: "Id y contad a Juan las cosas que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio."
Así que fueron los discípulos de Juan, y empezó Jesús a decir: "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Alguna caña sacudida por el viento? ¿O, qué salisteis a ver? ¿Algún profeta?"
"Sí, ciertamente, Yo os lo aseguro; y más que un profeta. Pues de él es de quien está escrito: Mira que yo te envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Por tanto, os digo: Entre los nacidos de mujer, nadie ha sido mayor que Juan el Bautista."
Llegó el cumpleaños de Herodes y celebró un gran banquete, invitando a muchos personajes importantes.
Al final del banquete, entró la hija de Herodías y bailó en presencia de todos, de forma que agradó mucho a los invitados y principalmente al propio Herodes.
Entonces, el rey juró a la muchacha: "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella salió y preguntó a su madre: "¿Qué le pediré?" La adúltera, que vio la ocasión de conseguir del rey lo que tanto ansiaba, le contestó: "Pídele la cabeza de Juan, el Bautista".
La muchacha entró de nuevo, y en seguida dijo al rey: "Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista".
El rey se dio cuenta de su error, y se puso muy triste, porque temía matar al Bautista. Pero a causa del juramento, no quiso desairarla.
Llamando a su guardia personal, ordenó que fuesen a la cárcel, lo decapitasen y le entregaran a la muchacha la cabeza de Juan en la forma que ella lo había solicitado.
"Juan Bautista, pídele a Jesús que nos envíe muchos Profetas y Santos como tú".
Bogotá, Colombia - Tía Moma en este tu 55 cumpleaños, queremos que sepas cuán importante has sido para nosotras dos y cuánto agradecemos el apoyo y la compañía cuando más lo necesitamos. Mil gracias por mostrarme de nuevo el camino hacia Dios y gracias por seguir estando ahí para nosotras. Te queremos muuucho así tengas táaantos añitos.
Valentina y Vickysu.
Un beso y que Dios te bendiga, hoy y siempre.
Panamá, Panamá - Para mi Duby de su hermana Beba, que Dios la siga bendiciendo en este gran día junto a sus seres queridos y en su grupo de oración Todos en la Fe.
Tlanepantla, México - Que Dios te bendiga hijo, te amo, doy gracias a Dios por el gran regalo de tu presencia en mi vida, que Dios te muestre tu vocación, y con amor ayude a esta vocación a la que Él desde la eternidad ya tiene para ti y cumpla su santísima voluntad en ti.
Bogotá, Colombia - Dios de la gloria te llene de salud y felicidad para que sigas llenando de amor y alegría a tantas personas que en este mundo te aman y necesitan. sigas bendecia por Dios y María.
Monterrey, México (1995) - Gracias Dios por permitirme conocer a mi esposo y poder formar con él una familia. Gracias por amarnos y bendecirnos con el sacramento del matrimonio.
Así dice el Señor Dios: "Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro.
Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones.
Las sacaré de entre los pueblos, las congregaré de los países, las traeré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en las cañadas y en los poblados del país.
Las apacentaré en ricos pastizales, tendrán sus dehesas en los montes más altos de Israel; se recostarán en fértiles dehesas y pastarán pastos jugosos en los montes de Israel.
Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear -oráculo del Señor Dios.
Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido."
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R.
Hermanos: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo!
Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos, salvos por su vida!
Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos y escribas esta parábola: "Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse."
Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido (Lucas 15, 3-7)
Nuestro Dios nos busca porque nos ama, no se resigna a perdernos, y al encontrarnos nos sana, libera, alimenta y devuelve al rebaño que es su Iglesia. 5 min. 45 seg.
El corazón es el lugar de tus pensamientos, de tu verdad, de tus decisiones y anhelos, es el altar de los sacrificios y Dios al crearte dejó dentro de ti este santuario donde Él quiere habitar. 7 min. 29 seg.
Nuestros corazones falsos y enfermos han de acercarse al corazón de Jesús para encontrar en Él la verdad y el amor, para dejar de aparentar lo que no somos y para ser sanados por su amor. 4 min. 39 seg.
(1) Riqueza del concepto bíblico de "corazón"; (2) Relación entre "corazón" y "conciencia"; (3) El corazón, lugar de la verdad de lo que somos y de nuestras relaciones; (4) El Corazón de Cristo, manantial de salvación y lugar de descanso. 9 min. 20 seg.
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1.1 El papa Pío XII nos regaló esa que podríamos llamar la "Carta Magna" de la devoción y amor al Corazón de Cristo en su Encíclica "Haurietis Aquas", del 15 de mayo de 1956. De los números 18 al 21 de este documento inolvidable transcribimos algunos textos para nuestra meditación de hoy, dejando sin embargo nuestra numeración y titulación propias.
1.2 El adorable Corazón de Jesucristo late con amor divino al mismo tiempo que humano, desde que la Virgen María pronunció su Fiat, y el Verbo de Dios, como nota el Apóstol, al entrar en el mundo dijo: "Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me diste un cuerpo a propósito; holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: Heme aquí presente. En el principio del libro se habla de mí. Quiero hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad..." Por esta "voluntad" hemos sido santificados mediante la "oblación del cuerpo" de Jesucristo, que él ha hecho de una vez para siempre.
1.3 De manera semejante palpitaba de amor su Corazón, en perfecta armonía con los afectos de su voluntad humana y con su amor divino, cuando en la casita de Nazaret mantenía celestiales coloquios con su dulcísima Madre y con su padre putativo, San José, al que obedecía y con quien colaboraba en el fatigoso oficio de carpintero. Este mismo triple amor movía a su Corazón en su continuo peregrinar apostólico, cuando realizaba innumerables milagros, cuando resucitaba a los muertos o devolvía la salud a toda clase de enfermos, cuando sufría trabajos, soportaba el sudor, hambre y sed; en las prolongadas vigilias nocturnas pasadas en oración ante su Padre amantísimo; en fin, cuando daba enseñanzas o proponía y explicaba parábolas, especialmente las que más nos hablan de la misericordia, como la parábola de la dracma perdida, la de la oveja descarriada y la del hijo pródigo. En estas palabras y en estas obras, como dice San Gregorio Magno, se manifiesta el Corazón mismo de Dios: Mira el Corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con más ardor suspires por los bienes eternos.
1.4 Con amor aun mayor latía el Corazón de Jesucristo cuando de su boca salían palabras inspiradas en amor ardentísimo. Así, para poner algún ejemplo, cuando viendo a las turbas cansadas y hambrientas, dijo: Me da compasión esta multitud de gentes; y cuando, a la vista de Jerusalén, su predilecta ciudad, destinada a una fatal ruina por su obstinación en el pecado, exclamó: Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que a ti son enviados; ¡cuantas veces quise recoger a tus hijos, como la gallina recoge a sus polluelos bajo las alas, y tú no lo has querido!. Su Corazón palpitó también de amor hacia su Padre y de santa indignación cuando vio el comercio sacrílego que en el templo se hacía, e increpó a los violadores con estas palabras: Escrito está: "Mi casa será llamada casa de oración"; mas vosotros hacéis de ella una cueva de ladrones.
2. Amor de Cristo en su Divina Pasión
2.1 Pero particularmente se conmovió de amor y de temor su Corazón, cuando ante la hora ya tan inminente de los cruelísimos padecimientos y ante la natural repugnancia a los dolores y a la muerte, exclamó: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; vibró luego con invicto amor y con amargura suma, cuando, aceptando el beso del traidor, le dirigió aquellas palabras que suenan a última invitación de su Corazón misericordiosísimo al amigo que, con ánimo impío, infiel y obstinado, se disponía a entregarlo en manos de sus verdugos: Amigo, ¿a qué has venido aquí? ¿Con un beso entregas al Hijo del hombre?; en cambio, se desbordó con regalado amor y profunda compasión, cuando a las piadosas mujeres, que compasivas lloraban su inmerecida condena al tremendo suplicio de la cruz, las dijo así: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos..., pues si así tratan al árbol verde, ¿en el seco qué se hará?.
2.2 Finalmente, colgado ya en la cruz el Divino Redentor, es cuando siente cómo su Corazón se trueca en impetuoso torrente, desbordado en los más variados y vehementes sentimientos, esto es, de amor ardentísimo, de angustia, de misericordia, de encendido deseo, de serena tranquilidad, como se nos manifiestan claramente en aquellas palabras tan inolvidables como significativas: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen; Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?; En verdad te digo: Hoy estarás conmigo en el paraíso; Tengo sed; Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
3. Los Dones que nos ha entregado ese Amor Infinito
3.1 ¿Quién podrá dignamente describir los latidos del Corazón divino, signo de su infinito amor, en aquellos momentos en que dio a los hombres sus más preciados dones: a Sí mismo en el sacramento de la Eucaristía, a su Madre Santísima y la participacion en el oficio sacerdotal?
3.2 Ya antes de celebrar la última cena con sus discípulos, sólo al pensar en la institución del Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, con cuya efusión había de sellarse la Nueva Alianza, en su Corazón sintió intensa conmoción, que manifestó a sus apóstoles con estas palabras: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer; conmoción que, sin duda, fue aún más vehemente cuando tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a ellos, diciendo: "Este es mi cuerpo, el cual se da por vosotros; haced esto en memoria mía". Y así hizo también con el cáliz, luego de haber cenado, y dijo: "Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derramará por vosotros".
3.3 Con razón, pues, debe afirmarse que la divina Eucaristía, como sacramento por el que El se da a los hombres y como sacrificio en el que El mismo continuamente se inmola desde el nacimiento del sol hasta su ocaso, y también el Sacerdocio, son clarísimos dones del Sacratísimo Corazón de Jesús.
3.4 Don también muy precioso del sacratísimo Corazón es, como indicábamos, la Santísima Virgen, Madre excelsa de Dios y Madre nuestra amantísima. Era, pues, justo fuese proclamada Madre espiritual del género humano la que, por ser Madre natural de nuestro Redentor, le fue asociada en la obra de regenerar a los hijos de Eva para la vida de la gracia. Con razón escribe de ella San Agustín: Evidentemente Ella es la Madre de los miembros del Salvador, que somos nosotros, porque con su caridad cooperó a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son los miembros de aquella Cabeza.
3.5 Al don incruento de Sí mismo bajo las especies del pan y del vino quiso Jesucristo nuestro Salvador unir, como supremo testimonio de su amor infinito, el sacrificio cruento de la Cruz. Así daba ejemplo de aquella sublime caridad que él propuso a sus discípulos como meta suprema del amor, con estas palabras: Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. De donde el amor de Jesucristo, Hijo de Dios, revela en el sacrificio del Gólgota, del modo más elocuente, el amor mismo de Dios: En esto hemos conocido la caridad de Dios: en que dio su vida por nosotros; y así nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Cierto es que nuestro Divino Redentor fue crucificado más por la interior vehemencia de su amor que por la violencia exterior de sus verdugos: su sacrificio voluntario es el don supremo que su Corazón hizo a cada uno de los hombres, según la concisa expresión del Apóstol: Me amó y se entregó a sí mismo por mí.
4. El Corazón, Símbolo de Amor
4.1 No hay, pues, duda de que el Sagrado Corazón de Jesús, al ser participante tan íntimo de la vida del Verbo encarnado y, al haber sido, por ello asumido como instrumento de la divinidad, no menos que los demás miembros de su naturaleza humana, para realizar todas las obras de la gracia y de la omnipotencia divina, por lo mismo es también símbolo legítimo de aquella inmensa caridad que movió a nuestro Salvador a celebrar, por el derramamiento de la sangre, su místico matrimonio con la Iglesia: Sufrió la pasión por amor a la Iglesia que había de unir a sí como Esposa. Por lo tanto, del Corazón traspasado del Redentor nació la Iglesia, verdadera dispensadora de la sangre de la Redención; y del mismo fluye abundantemente la gracia de los sacramentos que a los hijos de la Iglesia comunican la vida sobrenatural, como leemos en la sagrada Liturgia: Del Corazón abierto nace la Iglesia, desposada con Cristo... Tú, que del Corazón haces manar la gracia.
4.2 De este simbolismo, no desconocido para los antiguos Padres y escritores eclesiásticos, el Doctor común escribe, haciéndose su fiel intérprete: Del costado de Cristo brotó agua para lavar y sangre para redimir. Por eso la sangre es propia del sacramento de la Eucaristía; el agua, del sacramento del Bautismo, el cual, sin embargo, tiene su fuerza para lavar en virtud de la sangre de Cristo. Lo afirmado del costado de Cristo, herido y abierto por el soldado, ha de aplicarse a su Corazón, al cual, sin duda, llegó el golpe de la lanza, asestado precisamente por el soldado para comprobar de manera cierta la muerte de Jesucristo.
4.3 Por ello, durante el curso de los siglos, la herida del Corazón Sacratísimo de Jesús, muerto ya a esta vida mortal, ha sido la imagen viva de aquel amor espontáneo por el que Dios entregó a su Unigénito para la redención de los hombres, y por el que Cristo nos amó a todos con tan ardiente amor, que se inmoló a sí mismo como víctima cruenta en el Calvario: Cristo nos amó, y se ofreció a sí mismo a Dios, en oblación y hostia de olor suavísimo.
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: "Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso." Mientras yo pensaba: "En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas", en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza-: "Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra."
Señor, tú me sondeas y me conoces; / me conoces cuando me siento o me levanto, / de lejos penetras mis pensamientos; / distingues mi camino y mi descanso, / todas mis sendas te son familiares. R.
Tú has creado mis entrañas, / me has tejido en el seno materno. / Te doy gracias, / porque me has escogido portentosamente, / porque son admirables tus obras. Conocías hasta el fondo de mi alma. R.
No desconocías mis huesos, / cuando, en lo oculto, me iba formando, / y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente. (Salmo 138)
2a.
En aquellos días, dijo Pablo: "Dios nombró rey a David, de quien hizo esta alabanza: "Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos." Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: "Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias." Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: a vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación."
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: "¡No! Se va a llamar Juan." Le replicaron: "Ninguno de tus parientes se llama así." Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. El pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre." Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: "¿Qué va ser este niño?" Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
Para dejar de obrar mal, la voz poderosa de Juan Bautista; y para aprender a obrar bien, Jesucristo con su gracia y la guía de su Espíritu. 11 min. 0 seg.
El nombre "Juan" significa "el Señor ha regalado." Es un modo de expresar cómo brilla la misericordia divina en el nacimiento del Bautista, precursor del Mesías. 4 min. 31 seg.
Zacarías quedó no sólo mudo sino también sordo: ninguna palabra entraba ni salía de él. Él se queda a solas con la palabra del ángel, hasta que esa palabra crezca en él y dé fruto. 13 min. 11 seg.
En la festividad de Juan Bautista digámosle al Señor que solo Él basta y que queremos eliminar de nuestros corazones todo obstáculo, para llevar una verdadera vida cristiana. 4 min. 25 seg.
A la luz del nacimiento de Juan Bautista dile a Dios lo único razonable: aunque no entiendo, Tu sabes mejor que yo y Tus ideas son mejores que las mías. 6 min. 11 seg.
Pidamos a Juan Bautista que interceda ante el Señor para que venza nuestras esterilidades físicas, las de los que no logramos creer y las de nuestros desiertos. 6 min. 54 seg.
El nacimiento de San Juan nos introduce en el orden nuevo del amor de Dios que se recibe por la fe, y es la superación del Antiguo Testamento donde solo hay que cumplir la ley. 4 min. 36 seg.
Estamos llamados a ser como Juan, precursores que preparan los corazones para que Cristo obre: anunciando conversión, siendo humildes y fieles a la verdad de lo que somos. 6 min. 18 seg.
Podemos sintetizar la predicación de Juan Bautista en dos palabras: arrepentimiento de los pecados y confianza en la misericordia de Dios; con este mensaje él preparó y prepara el camino para el Mesías. 11 min. 42 seg.
Juan Bautista entregó sus días en esta tierra al Señor; él cumplió su misión, su encargo haciendo que su vida en este mundo fuera la vida de Dios. 5 min. 2 seg.
Juan Bautista nos lleva a recordar la alianza, que somos pecadores necesitados y que debemos ponernos en ruta de conversión amando a Dios sin separarnos del amor al prójimo. 4 min. 41 seg.
En la Iglesia Católica nos hace falta voces que hablen con libertad, que llamen pecado a lo que es pecado. Asumamos también nosotros la responsabilidad también y sigamos las huellas de San Juan Bautista. 7 min. 40 seg.
En el desierto Dios nos habla de su amor, donde sella alianza con nosotros, donde muestra que su providencia está por encima del hambre, donde toda nuestra rebeldía tiene que doblegarse. 5 min. 49 seg.
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1.1 Juan, el Bautista, tiene su nombre en la Iglesia en razón de su obra más característica: los bautismos que realizaba a orillas del río Jordán. Le llamamos el bautista, esto es, el bautizador por esa obra de predicación profética que sirvió de preparación inmediata al ministerio público de Jesús.
1.2 Sin embargo, Juan fue preparación para la obra de Cristo no sólo con los bautismos. Mucho antes de que su palabra resonara en el desierto, Juan era precursor de Nuestro Señor. Su presencia en el mundo es fruto de un designio de Dios que quiso vencer la esterilidad de Zacarías e Isabel, y vencer también su avanzada edad, regalándoles un niño.
1.3 El nacimiento anunciado de este niño, que además recibió la visita y el amor de la Virgen María, precedió por medio año al nacimiento del Mesías. De este modo quedaron patentes tanto la gracia que traía en su seno la Madre de Dios como la grandeza de aquel que tal visita recibió.
2. ¿Qué será de este niño?
2.1 En torno al nacimiento de Juan se conjugaron bellamente varios hechos insólitos. Zacarías, su padre, que había perdido el habla como reproche a su incredulidad ante el anuncio del Arcángel Gabriel, recobró el uso de la palabra, de modo que aquel que con su mudez había mostrado la esterilidad del pecado ahora con su voz proclamara la fecundidad que trae la gracia.
2.2 Por otra parte, Zacarías escoge para el niño un nombre que no pertenece a su familia. Nadie en tu familia se llama así le increpaban con razón sus parientes y vecinos, pero él se sostuvo en su decisión. El nombre Juan, Johannes, se interpreta Yahvé es favorable y esta designación le parece preferible a Zacarías sobre su propio nombre, que se interpreta Yahvé ha recordado.
2.3 Cosa notable que este hombre haya renunciado a dejar su nombre en el único hijo de sus entrañas, con el único propósito de dar testimonio de la gracia divina.