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Nació en Ravena y resultó ser una de esas figuras severas, que como San Juan Bautista, surgen en las épocas de relajamiento, para apartar a los hombres del error y traerles de nuevo al estrecho sendero de la virtud.
Debido a la prematura muerte de sus padres, el Santo fue criado por su hermano, convirtiéndose en un excelente discípulo, y más tarde, en un profundo servidor de Cristo.
Pedro decidió abandonar el mundo exterior y abrazar la vida religiosa en otra región, entrando al Convento de Fonte Avellana, comunidad de ermitaños que gozaba de gran reputación. Allí se dedicó a la oración, lectura espiritual y estudios sagrados, viviendo con gran austeridad.
Pese a su negativa, Pedro asumió la dirección de la Abadía en 1043, gobernando con gran prudencia y piedad. Fundó otras cinco comunidades de ermitaños, donde fomentó entre los monjes el espíritu de retiro, caridad y humildad.
Además, estuvo al servicio de la Iglesia, siendo nombrado Cardenal y Obispo de Ostia en 1057. San Pedro escribió varios documentos que ayudaron a mantener la observancia de la moral y de la disciplina, particularmente en lo que se refiere a los deberes de los clérigos y monjes.
A pesar de su severidad, el Santo sabía tratar a los pecadores con bondad e indulgencia, cuando la caridad y la prudencia lo pedían.
Guayabal de Siquima-Cundinamarca,
Colombia (2011) - Señor Jesús tu nos dijiste que la muerte no es el final del camino, enseñanos a entender tu voluntad.
Señor, Dios grande y terrible, que guardas la alianza y eres leal con los que te aman y cumplen tus mandamientos. Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos, los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, padres y terratenientes.
Tú, Señor, tienes razón, a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los habitantes de Jerusalén, a judíos e israelitas, cercanos y lejanos, en todos los países por donde los dispersaste por los delitos que cometieron contra ti. Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti. Pero, aunque nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por sus siervos, los profetas.
Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos (Daniel 9,4b-10)
Salmo
No recuerdes contra nosotros / las culpas de nuestros padres; / que tu compasión nos alcance pronto, / pues estamos agotados. R.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro, / por el honor de tu nombre; / líbranos y perdona nuestros pecados / a causa de tu nombre. R.
Llegue a tu presencia el gemido del cautivo: / con tu brazo poderoso, / salva a los condenados a muerte. R.
Mientras, nosotros, pueblo tuyo, / ovejas de tu rebaño, / te daremos gracias siempre, / contaremos tus alabanzas / de generación en generación. R.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados. (Salmo 78)
Evangelio
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros."
El arrepentimiento me conduce al terreno de la verdad y también al de la responsabilidad. Ser responsable no es sencillamente ser culpable de lo malo sino tener la oportunidad de construir el bien. 4 min. 20 seg.
No juzgar no quiere decir que uno no distinga lo bueno de lo malo, sino que uno no asuma el papel de juez que define el futuro y destino de otros. 5 min. 56 seg.
No podemos traicionar a las generaciones futuras, debemos transmitir la fe integra, la moral completa; porque lo que hemos recibido es grande y se nos llama a dar lo mejor de nosotros. 4 min. 34 seg.
No detengas el torrente de la gracia, deja que fluya a través de ti para que llegue a tus hermanos el perdón y la compasión que vienen del mismo corazón de Cristo. 4 min. 27 seg.
Al dejar de justificar nuestro pecado queda nuestra necesidad, fragilidad y vulnerabilidad ante Dios experimentando su amor y perdón para ser capaces de amar y perdonar con su fuerza. 4 min. 41 seg.
Nuestra existencia es como una especie de ?tubo? y por consiguiente estamos dando y recibiendo; y acá el Señor nos advierte que lo que vamos a recibir de parte de Él es lo que nosotros estamos dando a los demás. 6 min. 10 seg.
Hoy es el día para aprender a dar de ese amor y gracia que Dios te ha dado; deja que su misericordia haga un surco en tu alma para que luego salga en abundantes obras de amor en favor de tu prójimo. 4 min. 30 seg.
1.1 Podríamos sintetizar la lección preciosa que nos deja la primera lectura de hoy con un lema: "júzgate para no ser juzgado". La sinceridad de nuestro arrepentimiento es un modo de juicio que nos pone en manos, no de la justicia sino de la misericordia divina. Si ante la justicia del mundo declararse culpable es ser reo de pena, ante la justicia de Dios reconocerse culpable es darse la posibilidad de ser perdonado.
1.2 Otro modo de decir esto es así: nosotros, los que no hemos sido justos, reconocemos nuestra falta; el mundo nos ajusticia, Dios nos ajusta. El mundo quiere que paguemos lo que debemos, Dios quiere que agradezcamos lo que recibimos. Dios nos justifica, el mundo nos enjuicia. Para el mundo, la justicia pasa por la condena; para Dios, la justicia evita la condena.
2. Curso rápido para aprender a arrepentirse
(Basado en Daniel 9,4-10)
2.1 Reconoce que Dios fue fiel a su parte y tú no fuiste fiel a la tuya.
2.2 No te justifiques; déjale la parte de las explicaciones a Dios.
2.3 No te defiendas; deja ese trabajo a tu Abogado, el Paráclito, y a tu Abogada, la Sangre de Cristo.
2.4 Reconoce que no eres el primero, ni el más importante ni el más terrible de los enemigos de Dios. Eres uno más. No cedas al orgullo de creer que lo tuyo es "rarísimo", "gravísimo" o "singularísimo". Eres... uno más.
2.5 Reconoce --y sonríe al reconocer-- que es típico de ti equivocarte o pecar, y es propio de Dios comprender y perdonar.
2.6 Aún más: alaba al Señor, porque es más capaz de perdonar que tú de pecar.
2.7 Predica que en Él hay misericordia. Predícalo mucho y de muchas maneras en muchos lugares de muchos estilos y culturas.