Amor a Cristo, amor a la Iglesia – 7 de 7

Retiro Espiritual en el Seminario de Bogotá. Tema 7: La fuente del amor a la Santa Iglesia. Desde un punto de vista externo, de mentalidad “carnal” o “puramente humana” (que equivale a “mundana”) la Iglesia será vista como estorbo o como sierva de un orden que en realidad no la necesita. Bien distinto es el cuadro que brota del mensaje y noticia de la Cruz. Es allí donde se entiende que ser iglesia es ser asamblea de los convocados por el amor que redime.

Amor a Cristo, amor a la Iglesia – 6 de 7

Retiro Espiritual en el Seminario de Bogotá. Tema 6: El imposible de una Iglesia “puramente humana.” San Pablo distingue en el hombre que es “sólo” humano (ánthropos psychikós) y el hombre que conoce y ha experimentado la gracia del Espíritu (ánthropos pneumatikós). Lo “sólo humano” no rechaza a la Iglesia pero quiere redefinirla con condiciones específicas: (1) Que acepta la democracia; (2) Que se pliegue ante la opinión pública y el consenso social; (3) Que limite su acción a lo intra-mundano, relegando lo demás al carácter de fábula o mito; (4) Que no pretenda juzgar en la vida privada de las personas. Por supuesto, una “iglesia” que aceptara eso no sería más la Iglesia de Cristo.

Aspiraciones mas universales de la humanidad

9. Entre tanto, se afianza la convicción de que el género humano puede y debe no sólo perfeccionar su dominio sobre las cosas creadas, sino que le corresponde además establecer un orden político, económico y social que esté más al servicio del hombre y permita a cada uno y a cada grupo afirmar y cultivar su propia dignidad.

De aquí las instantes reivindicaciones económicas de muchísimos, que tienen viva conciencia de que la carencia de bienes que sufren se debe a la injusticia o a una no equitativa distribución. Las naciones en vía de desarrollo, como son las independizadas recientemente, desean participar en los bienes de la civilización moderna, no sólo en el plano político, sino también en el orden económico, y desempeñar libremente su función en el mundo. Sin embargo, está aumentando a diario la distancia que las separa de las naciones más ricas y la dependencia incluso económica que respecto de éstas padecen. Los pueblos hambrientos interpelan a los pueblos opulentos.

La mujer, allí donde todavía no lo ha logrado, reclama la igualdad de derecho y de hecho con el hombre. Los trabajadores y los agricultores no sólo quieren ganarse lo necesario para la vida, sino que quieren también desarrollar por medio del trabajo sus dotes personales y participar activamente en la ordenación de la vida económica, social, política y cultural. Por primera vez en la historia, todos los pueblos están convencidos de que los beneficios de la cultura pueden y deben extenderse realmente a todas las naciones.

Pero bajo todas estas reivindicaciones se oculta una aspiración más profunda y más universal: las personas y los grupos sociales están sedientos de una vida plena y de una vida libre, digna del hombre, poniendo a su servicio las inmensas posibilidades que les ofrece el mundo actual. Las naciones, por otra parte, se esfuerzan cada vez más por formar una comunidad universal.

De esta forma, el mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado, y que pueden aplastarle o servirle. Por ello se interroga a sí mismo.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 9]