La Mujer en la Vida de la Iglesia (5 de 9)

Esponsalidad

Varias veces a lo largo de este diálogo Ud. ha insistido en la metáfora de la pareja, referida al ministerio ordenado. Si le entiendo bien, su argumento general va en esta línea: Dios aparece sólo como esposo (parte masculina); Cristo es la plena revelación de Dios y aparece como Novio y Esposo (parte masculina); los ministros ordenados representan a Cristo, luego deben ser tomados también de la parte masculina de la humanidad, es decir, de los varones. Pero es muy discutible la evidencia que Ud. alega porque el hecho fundante, es decir, que Dios sólo aparezca como la parte masculina podría ser algo completamente circunstancial, ligado sencillamente a las circunstancias en que fue escrita la Biblia.

¿Y sobre qué base diremos que eso es circunstancial? Es algo que atraviesa toda la Biblia, de uno a otro extremo. ¿Tendremos que decir que hubo circunstancias que marcaron de tal manera a todos los hagiógrafos que quedaron consignadas en la Biblia o ausentes de la Biblia en contra del designio y querer de Dios? Si admitiéramos eso, aunque fuera una vez, llegaríamos a que es posible hacer decir a la Biblia cualquier cosa.

¿Por qué?

Porque estamos afirmando que la Biblia enseña algo que no aparece o no dice lo que de hecho está diciendo de principio a fin.

Pero hay una evolución en los textos y hay un progreso en la revelación; hoy sabemos que la Biblia no es un �dictado� que venga ya hecho desde los cielos…

Por supuesto que admitimos un progreso en el camino de la revelación, y precisamente ese es un punto en contra de lo que Ud. dice. Si vemos que hay una enseñanza que no cambia, o una expresión o imagen que permanece, o por decirlo de otra manera, que �no evoluciona,� ¿eso qué indica? Si no admitimos la libertad del Espíritu Santo para hacer avanzar el proceso de la revelación en el pueblo de Dios, es el hecho mismo de la revelación como acontecer que trasciende la historia humana lo que queda invalidado.

Pero la revelación no sucede en el aire, ni fuera del ámbito de lo humano…

No sucede fuera de lo humano pero tampoco se limita a lo humano, porque no es algo que nos demos a nosotros mismos. Para todo aquel que admita la Biblia como revelación es necesario afirmar que la revelación no es algo sólo humano ni algo que nosotros mismos hagamos. Si, por otra parte, no se admite la autoridad del dato revelado entonces no hay sentido en discutir sobre el ministerio ordenado. Habría que conversar sobre otras cosas, pero ello tendría que suceder en otros contextos, porque ninguna conversación puede abarcarlo todo.

Bien. Y si admitimos que en la Biblia se da una revelación que sucede en el ámbito de lo humano peor lo trasciende, que creo que es lo que Ud. propone, ¿eso qué implica en términos de nuestro tema? ¿No podría decirse que el hecho de que Dios aparezca como esposo es un modo más, entre muchos, de enseñarnos acerca del amor?

Que la Biblia enseña sobre el amor, de acuerdo, pero también nos dice mucho sobre cómo es el amor y en qué claves podemos descubrirlo. Una de esas claves es el género, y en esto hay varias cosas.

Una es cómo sabemos que hay algo importante aquí; otra, qué es lo que descubrimos en eso; y otra, finalmente, con qué método podemos descubrir eso que allí se nos revela. Son como los tres pasos de una exégesis seria.

1. Sabemos que hay algo importante porque nos encontramos ante una singularidad de primer orden. La llamamos �de primer orden� porque no tiene ninguna excepción. Desde el punto de vista de la simple lectura de la Escritura, y antes de cualquier implicación moral, cultual o dogmática, esto sitúa al hecho en el rango de afirmaciones como el señorío de Dios sobre su obra o como el uso del verbo crear en la Biblia. En estos dos ejemplos, quiero decir, no hay ninguna excepción, o sea, no hay un solo texto que presente a Dios sometido a algo o a alguien; de la misma manera, no hay un solo texto en que el verbo (hebreo o griego) �crear� tenga por sujeto a alguien distinto de Dios. Esto indica la importancia: singularidad de primer orden. De ahí mi extrañeza cuando se quiere calificar este hecho como accidental, secundario, no esencial, etc. Objetivamente estamos ante algo importante.

2. Dios en la Escritura se nos revela por medio de sus obras, pues es claro que todavía no le vemos �tal cual es.� Si su amor, cuando es descrito en términos esponsales, aparece invariablemente asociado al varón, y si entendemos que es insuficiente pretender una explicación sólo externa (cultural, por ejemplo) que dé razón de esto, y si en Cristo, máxima revelación de Dios, ese lenguaje permanece desde los Sinópticos hasta el Apocalipsis, sólo podemos concluir que en el modo típico de amar del varón a la mujer hay un signo, una presencia ineludible e indisoluble del modo como Dios ama esponsalmente a su pueblo. Con otras palabras: Dios dejó en la pareja humana hombre-mujer un rastro peculiar, denso e innegable de su propio modo de amarnos como pueblo creado y redimido por él.

De lo cual se siguen dos cosas muy grandes y muy bellas. Primera, que el amor de pareja (heterosexual) no es intercambiable con ninguna otra realidad afectiva humana. Siendo todo afecto respetable en principio, por ejemplo el afecto de amistad o tantos otros, sucede que el amor de pareja, el amor hombre-mujer, es irreemplazable como lenguaje que habla del plan del Creador y de la obra de la Redención.

Segundo, en ese amor de pareja, y particularmente en lo propio del amor del varón, hay un mensaje que nos ayuda a escrutar el misterio de gracia que ha hecho posible nuestra salvación. Esto último es precisamente lo que da respuesta al tercer punto de los que mencioné al principio de esta intervención.

Un momento: ¿pero no habla la Biblia muchas veces de rasgos femeninos en Dios?

Lo femenino no es ajeno a Dios, desde luego. Ni es ajeno a los ministros de Dios, pues también san Pablo habló de esta manera: �Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos.� (1 Tes 2). Pero no es de eso de lo que hablamos, sino de que la imagen Dios-Esposa está completamente ausente de la Biblia.

Observemos que siempre que aparecen rasgos femeninos referidos a Dios o a sus ministros, es en clave de maternidad, es decir: de ser fecundo, dar vida, tener entrañas, cuidar con amor. ¿Hay algún texto en que Dios o sus ministros sean femeninos pero no-maternos? Esto es lo propio de las doncellas. Y de doncellas nos habla mucho y muy bien la Biblia, pero jamás compara a Dios con una doncella, ni a Cristo con una doncella ni a los ministros de Dios con doncellas.

Si se trata de una mujer que no es madre el mensaje es de nuevo que Dios es el esposo, el novio: �Porque celoso estoy de vosotros con celo de Dios; pues os desposé a un esposo para presentaros como virgen pura a Cristo.�

Esto no tiene excepciones: Dios nunca es novia, prometida o esposa. Ese lenguaje se reserva para el que se une a Dios, sea una persona individualmente considerada o el pueblo como tal. ¿Por qué cuesta tanto reconocerlo? Probablemente porque esto desmonta todo el discurso sobre la opresión patriarcal que es indispensable para hablar de un modo de �liberar� a la mujer de las cadenas de la Biblia.

De acuerdo, la Biblia dice que Dios nos ama como Esposo, pero no muestra sin fisuras que no pueda amarnos como Esposa.

El problema es: ¿de hecho cuál fisura hay? Yo creo que no he sido claro. Mi postura es que en un tema como este donde cada uno opina a su aire sólo es posible avanzar sentando datos firmes, muy firmes. Y para mí un dato así de firme es que al amor de Dios no aparece nunca como amor de esposa en la revelación bíblica. Y no hay fisura alguna en eso, salvo lo que nuestras imaginaciones digan.

Y como la teología no es asunto de fábulas o imaginaciones entonces el camino es asegurar el dato y proceder a la interpretación, es decir, a preguntarnos por qué esto es así y qué sentido tiene.

Es decir: después de que admitamos simple y redondamente que no hay fisuras en que la Biblia nunca presenta a Dios amando como esposa, podemos proceder a ver por qué este hecho es así, acudiendo ante todo al conjunto de la revelación.

Una vez visto que el dato existe, que no es accidental y que no es suficientemente explicado con una hermenéutica cultural (como por otra parte pretendió una parte del protestantismo liberal), viene el otro paso: ¿cuál es el contenido positivo de esta revelación? Es decir: ¿qué implica esto como revelación del amor de Dios y cómo se relaciona con las experiencias afectivas sexuadas que conocemos?

De ahí pasamos luego a Cristo, como revelación sexuada de la plenitud de la alianza de Dios con su pueblo. Y de ahí al sentido de su sacerdocio. Y de ahí, a la posibilidad de un ministerio ordenado y su transmisión a la comunidad cristiana. Y de ahí a ver cómo un ministerio ordenado de varones responde al conjunto de la revelación. Admito que es un camino largo, pero es honesto, riguroso y claro.

Para proceder, hace falta que reconozcamos llanamente que es un dato sin fisuras de la revelación el que Dios no aparece amando como esposa (o novia o doncella o sus equivalentes), lo cual, según ya se explicó, es un caso distinto de que se hable de la fecundidad, delicadeza o ternura del amor materno en Dios mismo.

Parece Ud. muy opuesto a la imaginación, y sin embargo, sin imaginación no es posible la predicación, ni seguramente la vida espiritual misma.

La imaginación es importante pero no puede reemplazar al dato. Un mensaje es relevante a partir del dato revelado, y con esto estoy refiriéndome a algo que legítimamente puede entenderse a partir del dato, no de algo que nosotros agregamos a él, por ejemplo en razón de nuestras preferencias o historias personales.

De hecho, la Biblia misma descalifica ese tipo de agregados, lo mismo que las fantasías o fábulas, no por su valor humano o pedagógico, sino sólo en cuanto a su criterio de verdad; por cierto, las advertencias en este sentido son abundantes en los Cartas llamadas �pastorales.�

¿Y cómo estamos tan seguros de que en esto de que Dios no aparezca como esposa hay un �dato�?

Yo lo que hago es asumir que, si no hay excepciones a una enseñanza, ahí hay algo positivo. Dios era lo suficientemente poderoso y �desprejuiciado� como para dejarse retratar como esposa si lo hubiera querido. A ver, ¿por qué Dios sí rompe con unas imágenes y no con otras? ¡Porque quiere mostrarnos algo! ¿Qué?

Preguntemos a una mujer heterosexual que además se sienta feliz de estar casada. Preguntemos a ella qué le significa ser pretendida, cortejada, atendida, deseada. Preguntémosle qué siente su alma cuando sabe que su amado la anhela, se muere de celos y la defiende, está dispuesto a batirse con cualquiera por no perderla. Preguntémosle cómo palpita su ser y no sólo su sexualidad cuando por fin está a solas con ese hombre, que la ha buscado y conquistado. Preguntémosle qué siente cuando el primer beso le anuncia que por fin va a ser poseída como nunca lo ha sido.

¿Es decir, que esta dimensión esponsal implica que nosotros como pueblo de Dios deberíamos vernos en la imagen de esa mujer que es buscada, conquistada, amada y poseída?

Exactamente.

¿Y qué pasa si dejamos de presentar a Dios como el macho?

No, no, yo no hablo del macho. Dios no es un macho. Es un varón, en esa imagen que atraviesa la Biblia. Un varón que es fuerte sin agresión. Decidido sin altanería. Vigoroso sin orgullo. Valiente sin humillar a nadie. ¡Conquistar no es avasallar!

Pero igualmente uno podría pensar en que Dios es amado y buscado, como aquella mujer. ¿Qué se pierde con presentar a Dios como esposa o como novia?

Se rompe el vínculo que surge de relacionar todas las imágenes bíblicas que lo tienen a él como esposo y a nosotros como la esposa. Lo propio del hombre lo realiza Dios cuando se enamora de su pueblo, siente santos celos de él, sale en su búsqueda, lo conquista. Esa conquista, en el ámbito de la sociedad que conocemos, puede ser un acto agresivo, pero no tiene que serlo. Es la manifestación de la iniciativa expresa.

La hermosa complejidad del acto de fijarse el hombre en la mujer, así como el acto sutil de la mujer de hacer que él hombre se fije en ella… las cosas no son tan sencillas como hombre-activo, mujer-pasiva. Pero es evidente en la Biblia que hay lo explícito y lo implícito, y que hay poder tanto en el hombre como en la mujer, aunque de modo diverso. El papel de Dios, pues, no es el de aplastar ni el de reservarse nerviosa y egoístamente un poder que no quiere dar. Más bien, su iniciativa, llena de arrojo y a la vez de respeto, fuerte y tierna a la vez, es ni más ni menos que una imagen de lo que significa la gracia.

Sin embargo, Ud. hace todo esa descripción del hombre y la mujer, y de sus afectos recíprocos, desde una perspectiva completamente clásica, es decir, completamente dependiente de un modo de entender los roles respectivos: un hombre �conquistador� y una mujer �conquistada,� por ejemplo. Todo eso está hoy bajo escrutinio, en la medida en que la mujer sobre todo se siente mucho más libre de tomar la iniciativa…

Hoy parece muy sencillo intercambiar pronombres, como si todo lo que hace la mujer lo pudiera hacer el hombre, y viceversa. No es una práctica que tenga respaldo bíblico, pues la Biblia no presenta de modo simétrico el proceso de enamorarse o tener pareja.

Pero además me causa gracia por un hecho que ya se da en Internet. Hace años uno encontraba en páginas como la de MSN buscadores de pareja con dos opciones: �hombre busca mujer,� �mujer busca hombre.� Después se pasó a las cuatro opciones: �hombre busca mujer,� �mujer busca hombre,� �hombre busca hombre,� �mujer busca mujer.� Con ello se superaba la tiranía de los �homofóbicos� que parecían privilegiar lo heterosexual.

Se ha dado un paso más: ya hay buscadores con más opciones. Ya no se trata sólo de superar la supuesta �tiranía� de los heterosexuales sino la tiranía del número dos. ¿Por qué tienen que ser dos? ¡El amor es algo para compartir! Es verdad que la Biblia habla sobre todo de parejas, pero sabemos que esas pobres gentes estaban bajo la antigua tiranía del número dos… Esa tiranía va cayendo y ya poco a poco encontramos buscadores que añaden nuevas opciones: �pareja busca mujer/hombre,� �pareja busca otra pareja.�

Es evidente que las expresiones de ternura y respeto de toda esta nueva gente que se ama no hacen sino prolongar el mensaje de la Biblia. Sólo hay que intercambiar: donde antes poníamos �él/ella� uno pone �pareja,� y va cambiando la conjugación de los verbos de singular a plural… Por ejemplo tendremos textos como: �Aquella pareja sentía que le faltaba algo para ser completamente. Y vieron que había en el vecindario una muchacha hermosa, y se enamoraron de ella. La conquistaron, no sin dificultad, y la hicieron suya…� ¿O es que porque la Biblia hable siempre desde la tiranía del número dos nos vamos a restringir a ese número y nos vamos a negar a nuevas y más comunitarias expresiones de amor? Quienes así piensan dirán que así quieren tener o engendrar o adoptar niños. Ya eso hicieron sectas como �Los Niños de Dios.� Y dijeron que esa era la interpretación certera de la Biblia, porque �en esencia� la Biblia predica amor y lo demás son detalles que provienen de costumbres y condicionamientos. Así que no hablo de ciencia ficción. Sucedió ya en el siglo segundo y hasta nuestros días. Lo que yo hago es mostrar las consecuencias de aplicar un método que se siente capaz de negar lo que dice el dato declarándolo irrelevante.

¿Es decir que tenemos que reaprender de la Biblia y de la predicación que brota de la Biblia qué significa ser hombre, qué es ser mujer y cómo ha de amarse la pareja?

Yo no lo hubiera dicho mejor.