La parábola de la moto

Quiero compartir una pequeña “parábola” que Jesús escribió en la pascua de este año en mi corazón.

Tiempo atrás me compré una motico con la que además de transportarme, repartía el producto de mi trabajo, con el que me sostuve durante tres años: después de ese tiempo, la moto entró en un “receso” de otros tres años, por el cambio de mis actividades, y hace un poco más de un año, la misma moto tuvo que entar nuevamente a participar de las actividades familiares (transporte de niños al colegio, universidad, vueltas, pedidos, etc…). El caso es que la moto tenía un motor de 125cc, que con el paso de los años se estaba volviendo bastante ineficiente… la pobre moto, en estas lomas de mi ciudad parecía “herniarse” literalmente, y en más de una ocasión me toco bajar a quien llevara de pasajero para poder continuar el camino. En resumen, en lugar de ser una ayuda, la pobre motico se estaba volviendo un encarte porque no solo no podíamos llegar a nuestro destino, sino que comenzó a vararse continuamente y a requerir inversiones de dinero cada vez más frecuentes y costosas.

En una de tantas varadas, me dio por desconfiar del mecánico de toda la vida y terminé confiando la “salud” de la moto a otro mecánico, uno que me ofrecía mejores precios y aparentemente mejor calidad en su trabajo. Pero no solo no salió más barato, porque perdí todo el dinero que invertí, sino que casi termina dañando por completo la moto.

Con humildad y bastantes dinero de menos regresé al mecánico de toda la vida, y él me sugirió hacer un trasplante de corazón a la moto (repotenciarla, es decir, cambiar el pistón de 125 por uno de 180cc), ya que el motor estaba pidiendo reparación y la moto estaba muy desforzada. Era un gasto relativamente alto y debía dejar la moto varios días en el taller, pero era el camino a seguir para ponerla en servicio de nuevo.

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Dimensión Institucional de la Vida Religiosa, 07 de 10: Exorcizar el lenguaje

[Retiro a la Provincia de Bogotá de las Hermanas de la Presentación. Junio de 2015,]

Tema 07 de 10: Exorcizar el lenguaje

* El término “demonizar” se usa para indicar un modo de lenguaje que desprecia, ridiculiza o culpabiliza a algo o a alguien como si se tratara de una realidad completamente perversa. El nazismo, por ejemplo, “demonizó” a los judíos. Ha habido tiempos en que se ha “demonizado” a las personas de raza negra, o a las personas homosexuales, o a los extranjeros. Fue lo que hizo no hace mucho el magnate norteamericano Donald Trump, al describir a los mexicanos como gente que roba y viola.

* En grado menor, algo así ha sucedido con algunos aspectos del ser de la Iglesia. Cuando se dice que “todo iba bien hasta que el emperador Constantino unió el poder a la fe,” se pretende presentar un periodo extensísimo de la Historia de la Iglesia como intrínsecamente corrupto y por tanto incapaz de ofrecer nada bueno. En ocasiones se escucha un lenguaje parecido cuando algunos aluden a las dimensiones institucionales, jerárquicas o doctrinales de la Iglesia. Las caricaturas respectivas presentan a lo institucional como mordaza o fuerza que asfixia al “Espíritu;” lo jerárquico, como idolatría de poderes y desuetos privilegios; lo doctrinal, como fariseísmo o estéril rigidez mental. En ese sentido, necesitamos “exorcizar” el lenguaje.

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* Mucho antes de la “demonización” hay una realidad válida y valiosa: el cuestionamiento. La capacidad de cuestionar es uno de los rasgos que distingue la comunidad genuina de la simple masa. Es también un acto de libertad que, si se ejerce con responsabilidad, resulta muy propio de nuestra condición de hijos de Dios. Es, finalmente, una puerta que siempre debe quedar abierta para impedir los diversos totalitarismos y para abrir espacio real al don de profecía.

* En esa tónica hay varios cuestionamientos que no debemos eludir pero que, si se llevan a un extremo y se subrayan de modo unilateral, terminan demonizando todo lo que sea jerarquía, poder y doctrina. Estos son:

(1) ¿No es verdad que el pueblo de las bienaventuranzas, es decir, el conjunto de aquellos que acogieron con prontitud y gozo el mensaje de Cristo, está en continuidad con los Pobres de YHWH?

(2) Si la práctica del Jesús histórico incluyó de modo consistente la cercanía con los excluidos, ¿no es ello normativo para la Iglesia de todos los tiempos?

(3) Cristo denunció los abusos de los poderosos, ¿no debería ello ponernos en guardia frente al uso del poder por parte de la Iglesia, y luego también en su propio ser y en su modo de relacionarse con otros sectores de la sociedad?

(4) De hecho, son numerosas las denuncias de los profetas que muestran cómo hay veneno escondido o manifiesto en las experiencias de abundancia, de poder o de privilegios. ¿Han perdido su vigencia esas denuncias?

(5) También en el Nuevo testamento está sobre todo la imprecación del apóstol santiago contra aquellos que adulan y dan tanta importancia a los ricos. ¿Por qué silenciar esa voz?

(6) ¿El compartir de bienes concretos, reales y materiales que se ve en Hechos 2 ya no está en vigor? ¿Por qué?

(7) ¿No ha demostrado muchas veces la Historia de la Iglesia que cada vez que los cristianos en general, o las comunidades religiosas en particular, se llenan de bienes ya pronto llegan primero la mediocridad y luego la corrupción?

* Es claro entonces que hay razones propiamente eclesiales para desconfiar de lo institucional, o por lo menos, para tener reservas y precauciones puesto que los medios fácilmente se convierten en fines. El mensaje de Cristo, su praxis, su palabra, resultan imposibles de comprender si no es en el ámbito de la sencillez, el desprendimiento y la confianza en Dios que caracterizan a los humildes y a los pobres. Esto solo basta para que miremos con distancia y precaución todo lo que presente una Iglesia aliada con los poderes, riquezas o intereses de este mundo. La Historia de la misma Iglesia muestra que cuando abundamos en esos bienes llegan los peores males.

* Y sin embargo, la conciencia de la pobreza como elemento constitutivo de la acogida y la predicación del Evangelio debe ser cuidadosamente separada de multitud de manipulaciones ideológicas, sobre todo aquellas que entiende como pobreza sólo lo económico y que por tanto anuncian una salvación en términos únicamente materiales o si acaso sociales y culturales. Una mirada al Evangelio muestra que Cristo quiere acercarse a sanar muchas otras miserias y que la primera de ellas es siempre el pecado. Además, no es pecado ser primero si se trata de ser el primero en el servicio. Lo cual muestra el potencial de bondad que puede tener la autoridad.

Dimensión Institucional de la Vida Religiosa, 06 de 10: Anti-Institucionalismo

[Retiro a la Provincia de Bogotá de las Hermanas de la Presentación. Junio de 2015,]

Tema 06 de 10: Anti-Institucionalismo

* No podemos negar el ambiente contrario a lo institucional que surge y reaparece un poco por todas partes. Se expresa como desinterés por la justicia social; apatía a declararse miembro de un partido o de una denominación religiosa; exaltación de los valores y preferencias individuales, presentándolas a menudo como criterio único de comportamiento; y aún en otros rasgos de nuestra sociedad, sin excluir el mantra típico del mercadeo actual: “Tú te lo mereces…”

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(1) ¿Por qué es necesario lo “institucional” en la vida religiosa?

* Los procesos de formación requieren estabilidad.

* No es posible establecer metas a largo plazo sin claridad en cuanto a recursos, propósitos y personas.

* Las obras menores o nacientes—típicamente obras misioneras—requieren apoyo y cuidado constantes.

(2) ¿Qué factores han hecho antipático lo institucional? Hay causas endógenas y exógenas.

* Las endógenas son principalmente: Incoherencia “horizontal” (imagen vs. realidad); incoherencia “vertical” “(meta vs. realidad); hipertrofia de los mandos medios; comunicación deficiente; ambiciones, carrierismo; codicia y corrupción; abusos y privilegios absurdos; secretismos e intrigas; soberbia y servilismo; deriva de objetivos (“servir a muchos señores”).

* Las principales causas exógenas son: Postmodernidad: individualismo, fragilidad, subjetivismo, miopía; y secularismo: cientificismo, consumismo, hedonismo, masonería (y otros intentos sistemáticos de desacreditar y diezmar a la Iglesia).

* Todo intento de avanzar hacia una “nueva institucionalidad” supone atacar esas causas con transparencia, honestidad, audacia y perseverancia.

Dimensión Institucional de la Vida Religiosa, 05 de 10: Apoyo y exigencia

[Retiro a la Provincia de Bogotá de las Hermanas de la Presentación. Junio de 2015,]

Tema 05 de 10: Apoyo y exigencia

* La superación del colapso institucional ha de comenzar donde comienza la vida humana: en la familia. Pero también lo contrario es cierto: el desplome más grave de la sociedad se precipita cuando la familia queda descuidada, desprotegida o atacada.

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* Es interesante la reflexión que hace Santo Tomás de Aquino sobre la diferencia y complementariedad que hay entre el amor materno y el paterno. El primero está signado por la continuidad y el segundo por la discontinuidad.

* Ambos tipos de amor son necesarios para un genuino crecimiento: la continuidad se convierte en “apoyo,” y la discontinuidad en “exigencia.” La combinación de estos elementos hace que cada nuevo miembro de la familia tenga un punto de partida y una dirección hacia la cual construir su identidad.

* La estabilidad institucional en cierto sentido depende de estos dos factores, que han de caracterizar entonces la formación de las nuevas vocaciones a la vida religiosa.