LA GRACIA 2023/07/11 Necesidad de obreros a quienes les duela lo que le pasa al mundo

Necesitamos participar del dolor de Jesucristo por el daño que han sufrido tantas personas y sobre todo por el dolor de quedarse sin conocer al Padre.

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LA GRACIA 2023/06/07 Cómo lucha un creyente cuando llega al límite

Allí donde Dios se reconoce como Señor de nuestra existencia, como dueño de nuestra vida hay una fuerza sobrenatural que nos sostiene aunque lleguen los peores tiempos.

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LA GRACIA 2023/05/03 El valor permanente de la cruz

FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

La cruz forma parte de la vida del cristiano porque siempre estaremos en combate y porque el sufrimiento llegará, pero al final en el camino de la cruz con la luz de la Pascua al final está nuestra verdadera victoria.

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LA GRACIA 2023/03/21 La persona que sufre no está automáticamente libre de pecado

Todos tenemos pecados y Jesús quiere liberarnos de ellos porque esa es la peor ceguera, es la peor muerte, es la peor parálisis.

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LA GRACIA 2022/09/15 El amor que está por encima del dolor es posible

MEMORIA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Hoy no celebramos que la Santísima Virgen sufrió, celebramos el amor que pasa por el sufrimiento, un amor que te sostiene cuando todo se derrumba y te hace permanecer fiel a Dios.

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«Con lágrimas en los ojos» (Fil. 3,18)

El capítulo anterior nos ha hecho descubrir cómo San Pablo se concibe a sí mismo íntimamente asociado a Cristo y a su mensaje. Para él, evangelizar no es una tarea meramente externa, sino que le implica totalmente desde dentro. El mensajero debe identificarse con el mensaje, y debe identificarse también con Aquel que le envía.

Llegamos así a un aspecto esencial en el conocimiento y en la experiencia que Pablo tiene del misterio de Cristo: el misterio de la cruz. Configurado con Cristo, vamos a descubrir al Apóstol «crucificado con Cristo» (Gal. 2,19) y «configurado a su muerte» (Fil. 3,10).

«Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús» (Gal. 6,17)

Varias veces alude San Pablo en sus cartas a «las marcas de Jesús» que lleva impresas en su cuerpo. Indudablemente no se refiere a estigmas ni a ningún otro tipo de fenómeno extraordinario, sino a las cicatrices debidas a los malos tratos sufridos por Cristo (2 Cor. 4,10; 6,4-5…).

En 2 Cor. 11,24-27 nos da incluso una lista detallada de pruebas por las que había tenido que pasar: «Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez». Y el libro de los Hechos nos certifica del realismo de todo ello: cárceles, tribunales, latigazos, insidias, amenazas de muerte, motines… El sufrimiento físico ha acompañado a cada paso al apóstol en su existencia.

Más aún, en 2 Cor. 12, 10 habla de «injurias», «persecuciones», «angustias», «sufridas por Cristo». Por tanto, junto a los sufrimientos físicos está ese roce continuo de la humillación, la contradicción, las dificultades y trabas de todo tipo; y ello por parte de los judíos, de las autoridades romanas… o de los mismos «falsos hermanos» (fue sin duda una de las espinas más dolorosas del apóstol la presencia continua de los judaizantes, de los falsos apóstoles, que ponían en tela de juicio su labor e incluso contradecían abiertamente la predicación de Pablo).

Él mismo presenta estos sufrimientos, «soportados por Cristo», como una prueba de la autenticidad de su apostolado (2 Cor. 12,12). Pablo ha sufrido de hecho en su carne por Cristo y por el Evangelio, por sus comunidades y por cada evangelizado. Y eso es señal clara de que nada buscaba para sí. Pues ciertamente el mercenario cuando ve venir al lobo abandona las ovejas y huye, pues en realidad no le importan las ovejas (Jn. 10,12-13); en cambio, el buen pastor -el auténtico apóstol- da la vida por las ovejas (Jn. 10,11).


El autor de esta obra es el sacerdote español Julio Alonso Ampuero, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Me alegro de sufrir por vosotros

El capítulo anterior nos ha hecho descubrir cómo San Pablo se concibe a sí mismo íntimamente asociado a Cristo y a su mensaje. Para él, evangelizar no es una tarea meramente externa, sino que le implica totalmente desde dentro. El mensajero debe identificarse con el mensaje, y debe identificarse también con Aquel que le envía.

Llegamos así a un aspecto esencial en el conocimiento y en la experiencia que Pablo tiene del misterio de Cristo: el misterio de la cruz. Configurado con Cristo, vamos a descubrir al Apóstol «crucificado con Cristo» (Gal. 2,19) y «configurado a su muerte» (Fil. 3,10).

«Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús» (Gal. 6,17)

Varias veces alude San Pablo en sus cartas a «las marcas de Jesús» que lleva impresas en su cuerpo. Indudablemente no se refiere a estigmas ni a ningún otro tipo de fenómeno extraordinario, sino a las cicatrices debidas a los malos tratos sufridos por Cristo (2 Cor. 4,10; 6,4-5…).

En 2 Cor. 11,24-27 nos da incluso una lista detallada de pruebas por las que había tenido que pasar: «Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez». Y el libro de los Hechos nos certifica del realismo de todo ello: cárceles, tribunales, latigazos, insidias, amenazas de muerte, motines… El sufrimiento físico ha acompañado a cada paso al apóstol en su existencia.

Más aún, en 2 Cor. 12, 10 habla de «injurias», «persecuciones», «angustias», «sufridas por Cristo». Por tanto, junto a los sufrimientos físicos está ese roce continuo de la humillación, la contradicción, las dificultades y trabas de todo tipo; y ello por parte de los judíos, de las autoridades romanas… o de los mismos «falsos hermanos» (fue sin duda una de las espinas más dolorosas del apóstol la presencia continua de los judaizantes, de los falsos apóstoles, que ponían en tela de juicio su labor e incluso contradecían abiertamente la predicación de Pablo).

Él mismo presenta estos sufrimientos, «soportados por Cristo», como una prueba de la autenticidad de su apostolado (2 Cor. 12,12). Pablo ha sufrido de hecho en su carne por Cristo y por el Evangelio, por sus comunidades y por cada evangelizado. Y eso es señal clara de que nada buscaba para sí. Pues ciertamente el mercenario cuando ve venir al lobo abandona las ovejas y huye, pues en realidad no le importan las ovejas (Jn. 10,12-13); en cambio, el buen pastor -el auténtico apóstol- da la vida por las ovejas (Jn. 10,11).


El autor de esta obra es el sacerdote español Julio Alonso Ampuero, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

LA GRACIA 2021/09/15 La Virgen María mártir en el espíritu

MEMORIA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Los católicos no celebramos el dolor por el dolor, lo que nos atrae y celebramos es el amor que se manifiesta en la capacidad de sufrir.

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Amor y oración: la receta de este matrimonio

“Deseaban ser padres, pero Dios tenía otros planes. Cuando Jamie y Pete todavía eran novios pasaban horas hablando sobre su deseo de ser padres. Como ella misma contó a Catholic Digest, Pete siempre se imaginó siendo un padre dispuesto a cuidar y educar a sus futuros hijos, pero diez años después de casarse, aceptaron que la realidad sería muy distinta…”

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¿Sufre Dios Padre?

Hola Fray Nelson, soy de Costa Rica. Muchas gracias x estas formaciones. Tengo una duda, en un video hablo de que Dios Padre no sufre como si lo hace Jesús. Habló de una blasfemia [Nota: es el Patripasianismo]. Entonces, ¿cómo es que el Padre nos ama con amor de Padre y diseña el Plan de redención, si no sufre? — F.S.M.

* * *

Dios Padre nos ama desde la eternidad en que vive pues la única Persona Divina que se encarnó fue el Hijo.

Esto significa que el amor del Padre es amor en plenitud que contiene todas las dimensiones del amor verdadero, las cuales dimensiones nosotros conocemos sólo parcial y procesualmente: nosotros sabemos lo que es alegrarse por amor, sufrir por amor, esperar con amor, ofrecerse por amor… pero todo esto lo vamos viviendo poco a poco, como en sucesión y sólo de modo parcial. Dios Padre, en cambio, vive todo lo que es el amor de una vez, en perfección y plenitud, y por ello lo que nosotros descubrimos en un momento dado, por ejemplo, el dolor por el pecado, Dios Padre no lo conoce ni lo vive del mismo modo nuestro sino que desde la eternidad lo vive todo en toda perfección.

Es incorrecto entonces imaginar al Padre sometido a la condición temporal, como si fuera otra Persona Divina Encarnada. Sólo podemos decir que Él ama, que en Él están todas las dimensiones del amor a la vez y en su perfección más alta.

Y por supuesto, es en razón de ese amor soberano, estable, imperturbable, omnipotente y sapientísimo, que Él ha dispuesto nuestra salvación a través del camino de la Cruz que realizó su único y Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.