«Modelo para Catalina de Siena, Inés fue inusualmente precoz en la elección de la vida consagrada. Era una niña de 9 años cuando ingresó en el convento. A los 12 administraba los bienes, y a los 15 se convirtió en abadesa»
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
San Luis Bertrán tuvo siempre su clave secreta en la oración, a la que dedicaba muchas horas. «Salía de la oración hecho un fuego, y el resplandor es una de las propiedades del fuego». Ese extraño fulgor de su rostro, del que hablan los testigos, se hacía a veces claridad impresionante al celebrar la eucaristía, o cuando venía de orar en el coro, o también al regresar de sus fugas contemplativas entre los árboles de un monte cercano. Un día del Corpus, en Santa Ana de Albaida, estuvo arrodillado ante Cristo en la eucaristía desde el amanecer hasta la noche, fuera de un momento en que salió para tomar algo de alimento.
Por otro lado, fray Luis, a pesar de su salud tan precaria -pasó enfermo casi todo el tiempo de su vida religiosa-, se entregó siempre a la penitencia con un gran empeño, que venía de su amor al Crucificado y a los pecadores. Apenas salido de una enfermedad, comenta un testigo, apenas iniciada una convalecencia, ya estaba de nuevo en sus penitencias: «No era como algunos, que si por hacer penitencia enferman, después huyen de ella extrañamente».
Dos o tres veces al día las disciplinas le hacían sangrar. Llevaba cilicio ordinariamente. Dormía, siempre vestido, sobre un banco, o en la cama si hacía mucho frío. Amargaba los alimentos para no encontrar gusto en ellos. Solía decir: «Domine hic ure, hic seca, hic non parcas, ut in æternum parcas» (Señor, aquí quema, aquí corta, aquí no perdones, para que me perdones en la eternidad).
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.
Estudio y santidad
En sus primeros tiempos de religioso, no acertó fray Luis a dar a su vida una forma plenamente dominicana. Tan centrado andaba en la oración y la penitencia, que no atendía suficientemente a los libros, «porque le parecía que los estudios escolásticos eran muy distractivos». Muy pronto el Señor le sacó de esta equivocación, haciéndole advertir el engaño, y fray Luis tomó para siempre el estudioso camino sapiencial de Santo Tomás, convencido ya de que el demonio «suele despeñar en grandes errores a los que quieren volar sin alas, quiere decir, contemplar sin saber». En adelante, San Luis Bertrán, como buen dominico, unirá armoniosamente en su vida oración y penitencia, estudio y predicación.
Primeros ministerios
En 1547 fray Luis fue ordenado sacerdote. Y poco después, a la edad de veintitrés años, caso muy poco frecuente, recibió el nombramiento de maestro de novicios del convento de Valencia. La importancia de aquel ministerio era clave, pues allí se forjaban los religiosos de la provincia dominicana de Aragón. Y recuérdese, por otra parte, que en aquellos años formaban el noviciado dominicano no sólo los religiosos novicios, sino todos los profesos todavía estudiantes, que no habían sido ordenados sacerdotes. Siete veces en su vida hubo fray Luis de ser maestro de novicios, y esta faceta, la de formador y maestro espiritual, fue la más característica de su fisonomía personal.
San Luis Bertrán, débil en su naturaleza y fuerte en el Espíritu, era como maestro espiritual muy exigente, sobre todo en asuntos de humildad y de obediencia, y «con gran facilidad quitaba el hábito y devolvía sus ropas de seglar a los que no sentaban el pie llano». Sin embargo, la radicalidad profética de aquel joven maestro, su ejemplaridad absoluta, la ternura de su firme caridad, hizo que fuera muy amado por sus novicios, que a lo largo de los años formaron una verdadera escuela de fray Luis Bertrán.
También en esta fase de su vida estuvo a punto de dar un paso en falso. Doliéndose de los estragos que el luteranismo hacía por esos años, se obstinó en irse a estudiar a Salamanca «para después poder defender nuestra fe contra los herejes». Todos sus compañeros, y también el prior fray Juan Micó, trataron de disuadirle; pero él, con el permiso del padre General, logró ponerse en camino hacia el convento de San Esteban, en Salamanca. Llegado a Villaescusa de Haro, a través de un padre de mucho sentido espiritual, de nuevo el Señor le hizo ver que aquello era tentación de engaño, y que debía regresar al convento de Valencia, como así lo hizo.
Aunque la misión principal de fray Luis Bertrán fue la de maestro de novicios, también tuvo años de gobierno. A los treinta y un años fue elegido, por voto unánime, prior del convento de Santa Ana de Albaida, a cien kilómetros de Valencia, y allí mostró que, siendo tan místico y recogido, tenía capacidad para gobernar espiritualmente, gestionar asuntos, estar en todo y resolver problemas.
Concretamente, el convento de Santa Ana pasaba por una extrema pobreza, y «sin ser él pedigüeño, ni molestar a nadie, ni hacer diligencias extraordinarias para sacar dineros, ni curando de acariciar mucho la gente, antes siendo algo seco, nuestro Señor, que es el universal repartidor de las limosnas, movía los corazones de los fieles para que le socorrieran bastantemente». En especial durante la noche, pasaba muchas horas en oración, y allá resolvía todo con el Señor, también la penuria de la casa, hasta el punto de que la comunidad estuvo en situación de dar grandes limosnas a los pobres. Y así decía fray Luis: «Si mucho damos por acá (señalando la portería), más nos vuelve Dios por allá (y señalaba la iglesia)».
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.
Santidad en blanco y negro
Conocemos muchos detalles de la vida religiosa de San Luis Bertrán por la biografía que de él escribió su compañero, amigo y confidente fray Vicente Justiniano Antist, escritor de muchas obras, y también prior algunos años del convento de Valencia. Él nos cuenta que fray Luis «toda la vida fue recatado, y no se hallará novicio que le hiciese ventaja en llevar los ojos bajos y compuestos en el coro y refectorio, fuera y dentro de casa… Era muy austero en su vida, abstinentísimo en el comer, templado en el beber, amigo de disciplinas y cilicios y vigilias y largas oraciones». Su fisonomía, tal como la reflejó entonces un pintor valenciano, recuerda las figuras del Greco: era fray Luis un hombre alto, de cara larga y delgada, con nariz aguileña, ojos profundos y manos finas y largas.
Se diría que la constitución psicosomática de San Luis Bertrán puso en él siempre una cierta inclinación a la melancolía y al escrúpulo, y que el Señor permitió que estos rasgos deficientes perdurasen en él, hasta cierta medida, para motivación continua de su humildad y de su pura confianza en Dios, y también para estímulo de quienes siendo débiles y enfermizos, temieran no estar en condiciones de llegar a la perfecta santidad.
Varias anécdotas nos muestran esta faceta atormentada del carácter de San Luis Bertrán. Siendo maestro de novicios se retiró bruscamente de una reunión, y al amigo que le siguió, y que le encontró llorando, le dijo: «¿No tengo harto que llorar que no sé si me he de salvar?». Y a veces, como él mismo dijo en confidencia a cierta persona, «despertándose por las noches con la memoria viva de Dios y de su presencia, se había tomado a temblar y los huesos le habían crujido»…
Por el contrario, esta temerosidad ante Dios comunicaba a fray Luis un valor ilimitado ante los hombres. Como dijo de él el padre Antist, «nunca tenía cuenta de contentar a los hombres, sino a Dios y a santo Domingo». El santo temor de Dios, experimentado por él con una profundidad singularísima, poco frecuente, unido a un amor de Dios aún más grande, le dejaba exento en absoluto de todo temor a los hombres, a las fieras o a la naturaleza hostil, a las enfermedades o a lo que fuera. Su valentía, como veremos, era absoluta: no temía a nada en este mundo, pues sólo temía ofender a Dios.
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.
Entre los dominicos
En el siglo XV, en los duros tiempos del cisma de Aviñón, cuando los dominicos vivían el régimen mitigado de la Claustra, el beato Alvaro de Córdoba (+1430) había iniciado la congregación de la Observancia, que se había ido extendiendo por los conventos de España.
En aquellos difíciles años hubo muchos santos en la familia dominicana (Santa Catalina de Siena +1380, beato Raimundo de Capua +1399, San Vicente Ferrer +1419, beato Juan Dominici +1419, beato Andrés Abelloni +1450, San Antonino de Florencia +1459), todos ellos celosos de la observancia religiosa y apasionados por la unidad de la Iglesia.
Pues bien, la reforma de la Observancia se fue extendiendo por todos los conventos españoles, de manera que en 1502, dando fin al régimen mitigado, toda la provincia dominicana de España adoptó la estricta observancia. La reforma en España de los franciscanos que vinieron a ser llamados descalzos (1494), y ésta de los dominicos observantes (1502), tuvo un influjo decisivo en la asombrosa potencia que estas dos órdenes hermanas mendicantes mostraron en la primera evangelización de América.
Pues bien, cuando el Señor quiso llamar a Luis Beltrán con los dominicos, su gracia había hecho florecer en Valencia por aquellos años un gran convento de la Orden de Predicadores, con un centenar de frailes. Es cierto que aquel monasterio había conocido antes tiempos de relajación, pero fray Domingo de Córdoba, siendo provincial en 1531, realizó con fuerte mano una profunda reforma. Algunos frailes entonces, antes de reducirse a la observancia, prefirieron exclaustrarse. Y dos de estos religiosos apóstatas, en 1534, sorprendieron en una calle de Valencia a fray Domingo de Córdoba, que iba acompañado del prior Amador Espí, y los mataron a cuchilladas. Lo que muestra, una vez más, que la reforma de las comunidades religiosas relajadas no puede ser intentada sin vocación de mártir.
Diez años más tarde, en 1544, estando ya aquel convento dominico en la paz verdadera de un orden justo, Luis Bertrán, a pesar de que su salud era bastante precaria, tomó el hábito blanco y negro de la Orden de Predicadores. Aquella santa Orden religiosa, fundada por Santo Domingo de Guzmán en 1216, que permitía ser a un tiempo monje y apóstol -contemplata aliis tradere: transmitir a otros lo contemplado-, había de ser para siempre el muy amado camino de San Luis Bertrán. Recibió su profesión el prior fray Juan Micó (1492-1555), ilustre religioso, escritor y maestro espiritual. Este dominico fue tan santo que, en 1583, al ser trasladados sus restos junto a la tumba de San Luis Bertrán, el arzobispo San Juan de Ribera mandó abrir proceso en vistas a su posible beatificación.
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.
Padre Medina, he dejado pasar un tiempo desde la canonización de Monseñor Romero para sosegar mi alma y para recoger un poco más de información. Le resumo lo que yo siento: que toda la vida me dijeron que Romero era algo así como el patrono del socialismo en América Latina, y que la canonización de este obispo asesinado era un refuerzo a los partidos de Izquierda en este continente. A raíz de la canonización me puse a leer homilías de él y mi conclusión es que ahora estoy confundido. Lo voy a decir de esta manera: ya no lo veo tan de izquierda o tan socialista como me parecía; más bien creo que la injusticia social y el absurdo de una guerra que maltrataba a los más pobres fueron cosas que tocaron su corazón de pastor y que al adoptar un compromiso en contra de esa violencia institucional, que él veía como su responsabilidad en cuanto obispo, le llevó a crearse enemigos que al final lo llevaron a la muerte. ¿Cree usted que por fin estoy en lo correcto con respecto a este gran hombre? –H.R.
* * *
No soy experto en los datos biográficos de este santo obispo pero mi opinión es igual a la tuya: el verdadero Oscar Romero era menos un líder político y más un hombre genuinamennte dolido por la represión de los más pobres; por otra parte, no se agotaba su mirada en ese punto pues sus escritos revelan la altura de su amor a Dios y de su visión del papel de la Iglesia. Mi impresión es que las condiciones se dieron para que, durante años, la figura de Romero fuera “secuestrada” por la izquierda socialista dentro de la Iglesia pero ese “secuestro” se ha ido deshaciendo por su propio peso a medida que se conocen más y más de sus escritos y de la orientación sacerdotal y pastoral muy clara en su alma.
Solo por tener una muestra de esas otras dimensiones menos mencionadas del corazón de este gran obispo me permito citar aquí alguna colección breve de pensamientos suyos, hecha por Arguments:
Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo quedará en los corazones que lo hayan querido acoger.
La oración es la cumbre del desarrollo humano. El hombre no vale por lo que tiene, sino por lo que es.
La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben porqué? Porque la verdad siempre es perseguida.
El profeta tiene que ser molesto a la sociedad, cuando la sociedad no está con Dios.
¡Pasarán estos sufrimientos! La alegría que nos quedará será que en esta hora de parto fuimos cristianos. Vivimos aferrados a la fe en Cristo. No nos dejó sucumbir en pesimismo.
Es inconcebible que alguien se diga ‘cristiano’ y no tome, como Cristo, una opción preferencial por los pobres.
Hoy la #Iglesia sabe que los poderosos la rechazan, pero que la aman los que sienten en Dios su confianza. Esta es la Iglesia que yo quiero.
El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea la semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad.
¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Cuidemos el verdadero tesoro.
Valencia cristiana
En el antiguo reino de Valencia, durante el siglo XVI, no escaseaban los vicios y corrupciones, y se daban también las simulaciones lamentables de los moriscos, pero había, a pesar de todo, vida cristiana floreciente, y no faltaban esas grandes luces de santidad, por las que Cristo ilumina a su pueblo.
Concretamente, por esos años nacieron o vivieron en el reino valenciano grandes santos, como el general de los jesuítas, nacido en Gandía, San Francisco de Borja (1510-1572), el beato franciscano Nicolás Factor (1520-1583), el franciscano de la eucaristía, San Pascual Bailón (1540-1592), y el beato Gaspar Bono, de la orden de los mínimos (1530-1604). Y en ese mismo tiempo tuvo Valencia como arzobispos al agustino Santo Tomás de Villanueva (1488-1555) y a San Juan de Ribera (1540-1592). En aquella Iglesia local había, pues, luces suficientes como para conocer el camino verdadero del Evangelio.
La familia Bertrán
En ese marco cristiano nació y creció San Luis Bertrán (1526-1581), cuya vida seguiremos con la ayuda del dominico Vicente Galduf Blasco. Pero comencemos por el padre del santo, Juan Luis Bertrán, que también fue un gran cristiano. Siendo niño, sufrió en un accidente graves quemaduras, y su abuela, doña Ursula Ferrer, sobrina de San Vicente Ferrer (1350-1419), pidió la intercesión de su tío celestial en favor del nietecillo, que milagrosamente quedó sano. Andando el tiempo, Juan Luis fue en Valencia notario de gran prestigio, elegido por la nobleza del reino como procurador perpetuo; pero cuando todavía joven quedó viudo, determinó retirarse a la Cartuja de Porta-Coeli. Ya de camino hacia el monasterio, San Bruno y San Vicente le salieron al paso, diciéndole que abandonara su idea y se casara de nuevo. Casó, pues, con una santa mujer, Juana Angela Eixarch, y tuvo nueve hijos, el primogénito de los cuales, Luis, nacido en 1526, había de llegar a ser santo.
La precocidad de Luis en la santidad hubiera sido muy rara en un hogar cristiano mundanizado -que han sido y son los más frecuentes-, pero no tuvo nada de extraño en un hogar tan cristiano como el de sus padres. En efecto, sabemos que siendo todavía niño comenzó a imitar a los santos de Cristo. Se entregaba, especialmente por las noches, a la oración y a la penitencia, disciplinándose y durmiendo en el suelo. Al llegar a la adolescencia se inició en dos devociones que continuó siempre: el Oficio parvo de la Virgen y la comunión diaria.
Con todo, la vida de San Luis no estuvo exenta de vacilaciones, y en no pocos casos, como iremos viendo, estuvo a punto de dar pasos en falso en asuntos bastante graves. Así por ejemplo, siendo un muchacho, decidió dejar su casa y vivir en forma mendicante, como había leído que hicieron San Alejo y San Roque. Y con la excusa de una peregrinación a Santiago, puso en práctica su plan, no sin escribir seriamente a sus padres una carta, en la que, alegando numerosas citas de la sagrada Escritura, trataba de justificar su resolución.
Pero su fuga no fue más allá de Buñol, donde fue alcanzado por un criado de su padre. Este fue un movimiento en falso, pronto corregido por el Señor. Y también estuvo a punto de equivocarse cuando, entusiasmado más tarde por la figura de San Francisco de Paula, decidió ingresar en la orden de los mínimos. Nuestro Señor Jesucristo, que no le perdía de vista, le hizo entender por uno de los religiosos mínimos, el venerable padre Ambrosio de Jesús, que no era ése su camino.
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.
“¿Cuáles son los sectores más emblemáticos o significativos en el cambio de época latinoamericano? En mi opinión son tres, además lo deben de haber escuchado porque esta Carriquiri aquí, así que se lo copio a él. En mi opinión son tres a través de los cuales es posible reactivar las energías sociales de nuestra región para que sea fiel a su identidad y, al mismo tiempo, para que construya un proyecto de futuro: las mujeres, los jóvenes y los más pobres…”
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“La Santa Sede difundió este martes 26 de febrero el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de este 2019 titulado “La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios”, en el que hace un llamado a la conversión mediante el ayuno, la oración y la limosna…”
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Padre fray Nelson: Un amigo mío está saliendo de un periodo largo en el que se declaraba ateo. En esa época me dijo que fue a la parroquia donde se había bautizado para que lo borraran del registro de bautismos porque “eso ya no tiene sentido para mí, y yo nunca pedí eso.” En la parroquia le dijeron que el bautismo era un acontecimiento público y social que de hecho sí había sucedido y el hecho es que después de una discusión no lo borraron. Lo curioso es que ese mismo amigo después de dar muchas vueltas ha vuelto a la fe. Entonces unos amigos que lo conocemos le dijimos, un poco en chiste, que le tocaba volver a bautizarse, por referencia lo que había querido hacer antes. Pero alguien nos explicó que el bautismo, si es válido, en ningún caso se repite. Y yo me pregunto por qué. Gracias. — J.L.L.
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El propio Papa Francisco habló del tema en una de sus catequesis. Nos explica el portal católico Aleteia:
El Papa recordó las palabras del Padre: «tú eres mi hijo amado» para reiterar que una vez que nos hemos convertido en hijos suyos, en Jesús, lo somos “para siempre”. Y citando el citando el Catecismo de la Iglesia católica aseguró que se trata de un sello espiritual imborrable:
“Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación”.
En la catequesis que impartió en español, el Romano Pontífice resumió de este modo: “Nuestros padres nos generaron a la vida terrena; la Iglesia, en el Bautismo, nos regenera a la vida eterna, haciéndonos hijos de Dios para siempre. Por eso, también sobre cada uno de nosotros, renacidos del agua y del Espíritu Santo, el Padre dice amorosamente: «Tú eres mi hijo amado» (cf. Mt 3,17). El bautismo no se repite porque imprime un sello sacramental indeleble que el pecado no puede borrar, pero sí impedir que dé frutos de salvación”.
“¡El sello del Bautismo no se pierde jamás!”, añadió, dejando los papeles de lado. “‘Pero, padre, si una persona si una persona se convierte en un bandido de los más famosos, que mata a la gente, que comete injusticias… ¿el sello se va?’ No”. “Continúa siendo un hijo de Dios, que va en contra de Dios, pero Dios nunca niega a sus hijos”.
“Tras la intervención del Papa con la que se ha abierto la cumbre antiabusos La protección de los menores en la Iglesia, Francisco ha entregado un documento con 21 puntos para que los participantes puedan reflexionar durante estos días. El documento es tan solo «un punto de partida», ha explicado el Pontífice, que «no quita la creatividad que debe haber en este encuentro»…”
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Esta visita histórica y única pide de nosotros una oración renovada y perseverante. Comenta Aciprensa:
El Vicario Apostólico de Arabia del Sur, el Obispo de origen suizo Paul Hinder, explicó que la visita del Papa Francisco a Emiratos Árabes Unidos desde este domingo 3 de febrero, constituye un “importante paso en el diálogo entre musulmanes y cristianos”.
En un artículo publicado este sábado por el diario del Vaticano, L’Osservatore Romano (LOR), el Prelado expresó su alegría por la presencia del Pontífice, en lo que será “la primera visita de un Papa a la península arábiga”.
“Agradezco al gobierno de los Emiratos Árabes Unidos por su generosidad, no solo al hacer posible esta visita, sino también por habernos concedido de buena voluntad un lugar donde celebrar la Misa”, dijo Mons. Hinder.
“Acogemos al Papa Francisco con el corazón abierto y rezamos con San Francisco de Asís. ‘Haz de mí un instrumento de tu paz’. Que esta visita sea un paso importante en el diálogo entre musulmanes y cristianos y contribuya a la comprensión recíproca y a la pacificación en la región del Medio Oriente”, indicó el Prelado.
“Espero que en todas las misas de precepto antes de la visita se agregue una especial intención para que la visita del Santo Padre a los Emiratos Árabes Unidos sea espiritualmente fecunda: Nuestra Señora de Arabia, ruega por el Papa Francisco y por todos nosotros”, concluyó.
Mons. Paul Hinder es Vicario de Arabia del Sur desde marzo de 2005. LOR señala que su experiencia de estos años en la región la ha descrito en un libro titulado “Un vescovo in Arabia. La mia esperienza con l’Islam”. (Un obispo en Arabia: MI experiencia con el Islam) publicado en Italia en 2018.
En el libro el Prelado da cuenta de los desafíos de vivir en una región mayoritariamente musulmana. “Cuando hablo de la Iglesia de Oriente como elemento del proyecto para una Iglesia del futuro no tengo de ella una visión romántica. Tenemos problemas parecidos, sobre todo en las cuestiones litúrgicas y con ciertas tradiciones que no pueden combinarse con un cristianismo practicado de modo público. En estos casos la confianza se desilusiona o se traiciona. Pero la mayoría de las veces, al contraria, se justifica y se satisface”, escribe el Obispo.
“Cuando estoy en Abu Dhabi voy a nuestra iglesia a las 5:45 para rezar con los fieles (el Rosario), no para que me vean sino para que la gente vea que cuando el obispo reza lo hace con su gente”, agrega.
El Papa Francisco llegará a Abu Dhabi este domingo 3 de febrero y estará en Emiratos Árabes Unidos hasta el día 5. Allí participará de un encuentro interreligioso y presidirá una gran Misa pública en la que se espera la asistencia de 43 mil fieles.