“Ha escrito un pensador español que quien, en aras de la libertad, pretendiera caminar sobre las aguas, solo conseguiría ahogarse. Y si esto sucede en el orden físico, algo parecido ocurre en el orden moral…”
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
Los mandamientos marcan la ruta para descubrir nuestras limitaciones y a través de éstas se descubre que hay un Dios que nos ha amado sin medida.
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DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B
El mandamiento de Dios quiere transformarme desde adentro para darme vida, para luego a través mí dar plenitud de vida a los más necesitados.
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Sentido profundo de aquello de no hacerse imágenes de Dios: es convertirnos en peregrinos conscientes de que Él es el completamente Otro.
El Dios de los mandamientos es el Dios que ya Moisés supo cercano y que se ha hecho cercanísimo, Dios-con-nosotros, a través de su Hijo Jesucristo.
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“Siendo este tema fundamental e importante, es de gran actualidad. Su gran actualidad me la ha sugerido el asunto de los Derechos Humanos, tan de moda, que ocupa y preocupa hoy día a todos, peritos y profanos. Hasta se ha llegado a establecer ya una Comisión especial encargada de tutelar, defender y exigir, la inviolabilidad del “derecho” humano…”
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Modo infalible de hacer más liviano un automóvil: quitarle el motor. Así son los cristianos que reniegan del yugo de Cristo.
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El bueno resulta perseguido no por los bienes que hace sino por no negociar que Dios es el Supremo Bien.
¿Por qué a Jesús, cuando le preguntan del primer mandamiento, nos habla de los dos primeros?
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Ni el escriba en sus escritos ni el cristiano en sus preocupaciones pueden olvidarse del amor.
¿Cómo se articulan los mandamientos, el amor y la alegría?
famorDOMINGO V DE PASCUA, CICLO C
¿Puede el amor ser un mandamiento? En realidad, la palabra de Cristo lo que hace es restaurar en nosotros la capacidad de amar.
22 A la gratuidad del actuar divino, históricamente eficaz, le acompaña constantemente el compromiso de la Alianza, propuesto por Dios y asumido por Israel. En el monte Sinaí, la iniciativa de Dios se plasma en la Alianza con su pueblo, al que da el Decálogo de los mandamientos revelados por el Señor (cf. Ex 19-24). Las « diez palabras » (Ex 34,28; cf. Dt 4,13; 10,4) « expresan las implicaciones de la pertenencia a Dios instituida por la Alianza. La existencia moral es respuesta a la iniciativa amorosa del Señor. Es reconocimiento, homenaje a Dios y culto de acción de gracias. Es cooperación con el designio que Dios se propone en la historia ».[Catecismo de la Iglesia Católica, 2062]
Los diez mandamientos, que constituyen un extraordinario camino de vida e indican las condiciones más seguras para una existencia liberada de la esclavitud del pecado, contienen una expresión privilegiada de la ley natural. « Nos enseñan al mismo tiempo la verdadera humanidad del hombre. Ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto indirectamente, los derechos fundamentales inherentes a la naturaleza de la persona humana ».[Catecismo de la Iglesia Católica, 2070] Connotan la moral humana universal. Recordados por Jesús al joven rico del Evangelio (cf. Mt 19,18), los diez mandamientos « constituyen las reglas primordiales de toda vida social ».[Juan Pablo II, Carta enc. Veritatis splendor, 97: AAS 85 (1993) 1209]
23 Del Decálogo deriva un compromiso que implica no sólo lo que se refiere a la fidelidad al único Dios verdadero, sino también las relaciones sociales dentro del pueblo de la Alianza. Estas últimas están reguladas especialmente por lo que ha sido llamado el derecho del pobre: « Si hay junto a ti algún pobre de entre tus hermanos… no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás tu mano y le prestarás lo que necesite para remediar su indigencia » (Dt 15,7-8). Todo esto vale también con respecto al forastero: « Cuando un forastero resida junto a ti, en vuestra tierra, no le molestéis. Al forastero que reside junto a vosotros, le miraréis como a uno de vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo; pues forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo, Yahveh, vuestro Dios » (Lv 19,33-34). El don de la liberación y de la tierra prometida, la Alianza del Sinaí y el Decálogo, están, por tanto, íntimamente unidos por una praxis que debe regular el desarrollo de la sociedad israelita en la justicia y en la solidaridad.
24 Entre las múltiples disposiciones que tienden a concretar el estilo de gratuidad y de participación en la justicia que Dios inspira, la ley del año sabático (celebrado cada siete años) y del año jubilar (cada cincuenta años) [La ley se encuentra en Ex 23; Dt 15; Lv 25] se distinguen como una importante orientación —si bien nunca plenamente realizada— para la vida social y económica del pueblo de Israel. Es una ley que prescribe, además del reposo de los campos, la condonación de las deudas y una liberación general de las personas y de los bienes: cada uno puede regresar a su familia de origen y recuperar su patrimonio.
Esta legislación indica que el acontecimiento salvífico del éxodo y la fidelidad a la Alianza representan no sólo el principio que sirve de fundamento a la vida social, política y económica de Israel, sino también el principio regulador de las cuestiones relativas a la pobreza económica y a la injusticia social. Se trata de un principio invocado para transformar continuamente y desde dentro la vida del pueblo de la Alianza, para hacerla conforme al designio de Dios. Para eliminar las discriminaciones y las desigualdades provocadas por la evolución socioeconómica, cada siete años la memoria del éxodo y de la Alianza se traduce en términos sociales y jurídicos, de modo que las cuestiones de la propiedad, de las deudas, de los servicios y de los bienes, adquieran su significado más profundo.
25 Los preceptos del año sabático y del año jubilar constituyen una doctrina social « in nuce ».[Cf. Juan Pablo II, Carta ap. Tertio millennio adveniente, 13: AAS 87 (1995) 14] Muestran cómo los principios de la justicia y de la solidaridad social están inspirados por la gratuidad del evento de salvación realizado por Dios y no tienen sólo el valor de correctivo de una praxis dominada por intereses y objetivos egoístas, sino que han de ser más bien, en cuanto prophetia futuri, la referencia normativa a la que todas las generaciones en Israel deben conformarse si quieren ser fieles a su Dios.
Estos principios se convierten en el fulcro de la predicación profética, que busca interiorizarlos. El Espíritu de Dios, infundido en el corazón del hombre —anuncian los Profetas— hará arraigar en él los mismos sentimientos de justicia y de misericordia que moran en el corazón del Señor (cf. Jr 31,33 y Ez 36,26-27). De este modo, la voluntad de Dios, expresada en el Decálogo del Sinaí, podrá enraizarse de manera creativa en el interior del hombre. Este proceso de interiorización conlleva una mayor profundidad y un mayor realismo en la acción social, y hace posible la progresiva universalización de la actitud de justicia y solidaridad, que el pueblo de la Alianza está llamado a realizar con todos los hombres, de todo pueblo y Nación.
Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.
La novedad en el modo de amar a Dios, como lo pide el Deuteronomio, es que este Dios no es uno entre muchos.