Hay que bautizar a los recien nacidos?

–A primera vista, parece inconveniente comprometer la libertad de una persona para toda la vida sin su consentimiento.

En realidad, se da en el niño el caso particular de una libertad que para desarrollarse necesita provisionalmente que otras libertades se comprometan en su lugar. Y esto se presenta en todos los aspectos de su vida infantil: lo mismo en la elección del alimento, o del lenguaje o de las normas de su comportamiento moral. No se trata, pues, de suprimir la libertad del niño, sino de suplirla para que tenga acceso a unos dones de los que irá disfrutando en una libertad progresiva. No escoger por el niño ya es escoger, porque la vida no espera.

A esto se puede añadir, contra una opinión hoy corriente, que la libertad no constituye en sí el Bien Supremo, sino que alcanza todo su valor de Bien cuando se ejerce no automáticamente, sino con conocimiento de causa.

En estas condiciones, parece ser que la regla de oro sería escoger por el niño aquello que uno desearía para sí, por ser lo mejor.

–¿Porqué bautizar al niño?

A la luz de las consideraciones precedentes, el cristiano quiere el bautismo de su hijo recién nacido. Es un acto de plena coherencia. Si para él Cristo es el sol de su vida, su mejor deseo es conseguir que su hijo participe de Él.

Para los padres cristianos es una felicidad salir al encuentro del deseo de Cristo vivo y resucitado, y ofrecerle a su hijo. ¿No es Cristo el primer responsable de este hijo, el garante de su libertad, el complemento indispensable de su ser?

«Yo soy la Vid, dice Jesús, vosotros los sarmientos. Sin mí nada podéis» (Jn 15,5).

En estas condiciones, nada tiene de sorprendente que desde los orígenes de la Iglesia, los cristianos hayan bautizados a su hijos. Tenemos inumerables testimonios. La crónica de los Hechos habla en varias ocasiones del bautismo de toda una familia (Hch 16,33). San Pablo habla del bautismo como de «una nueva circuncisión» (Col 2,11-12), y los judíos realizaban esa ceremonia ocho días después del nacimiento. Tenemos pruebas igualmente en los escritos de los Padres de la Iglesia, como en San Ireneo, obispo de Lyon hacia el año 178.

–¿Simple posibilidad u obligación de conciencia?

Para los padres cristianos, el bautismo de los hijos más que una opción es un deber de conciencia, tanto por el bien del niño como por el bien del mismo Cristo. Eso sí, es preciso que los padres se comprometan a dar a su hijo una educación cristiana, que le permita al hijo apropiarse progresivamente del bautismo con todo conocimiento de causa.

• «Dejad que los niños se acerquen a mí» (Mc 10,14)

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

Las ofrendas de nuestro sacerdocio bautismal

Querido Fray Nelson, se nos dice que nosotros los que no somos sacerdotes ministeriales sino laicos y con sacerdocio común, podemos ofrecer nuestro trabajo, dolor y esfuerzo de la vida ordinaria al Señor; pero a veces nos podemos preguntar que bien puede hacer que yo ofrezca al Señor la trapiada del piso, o mi dolor de estómago? ¿cómo puede encontrarse el verdadero sentido de nuestro sacerdocio común en la vida ordinaria? Muchas Gracias – Andrés Aguilera

* * *

Hay una explicación interesante, basada en un argumento de Santo Tomás de Aquino. Pensemos en una persona que va en largo viaje a pie, por ejemplo en una peregrinación. Por tener algo definido en mente, supongamos un antguo peregrino medieval que va desde el Sur de Francia hasta el Noroeste de España, a Santiago de Compostela. Su viaje tarda varias semanas, en las cuales debe hacer muchas cosas distintas, incluyendo dormir, comer, hablar, pedir posada; además, para hacer menos tediosas las larguísimas horas, seguramente conversa con otos, ora, canta, se detiene a contemplar el paisaje. Pero a través de toda esa diversidad, no se parta de su mente ni de su corazón que va para Compostela. Esa dirección básica es la que sirve de centro, como de eje que otorga sentido a las incomodidades y que no deja distraerse demasiado si acaso algo muy grato o hermoso aparece por el camino.

Santo Tomás dice que así es la vida humana. Cada acto propiamente humano o nos acerca o aleja de nuestro fin propio que es la plena unión con Dios en la bienaventuranza. Según ese enfoque, ¿qué es “ofrecer” un acto? Es recuperar la conciencia de que cada uno es “homo viator”: somos caminantes que no podemos olvidar nuestro Santuario, al final del camino. Aunque parezca poca cosa, limpiar un piso o soportar con amor un malestar en el estómago, lo mismo podría decirse de cualquier caminante. Alguien podría decir que importa muy poco dar un paso en la dirección 90 grados al Oeste o 75 grados al Oeste, pero la acumulación de pasos produce que llegues a tu meta o que no llegues. ¿Y cómo evitar la acumulación de errores? Pregúntale a un piloto de avión o de barco: la respuesta es igual. Todo consiste en verificar con mucha frecuencia, es decir, de un modo casi continuo si uno va bien.

Al ofrecer cada pequeño acto lo que hacemos es afianzar la certeza de que lo pequeño y lo grande, lo agradable y lo desagradable, lo público y lo privado están siempre en línea con lo que más anhelamos en la tierra: llegar a la comunión en el cielo con Dios.

Educacion Catolica, 009

10. Todos estos excelentes dones se nos dan en germen, en cierne, para ser actualizados y activados con una vida y existencia sacramental. La capacidad para conocernos a nosotros mismos, para tomar la Cruz de Jesús, para ser sus discípulos, para orar en el santuario interior, para ser piedras vivas del templo único de Dios… y más, las recibimos por el Bautismo.

Toda la imagen y semejanza divina está ya dada y renovada en nuestro ser por el Bautismo. Todo lo que la educación católica puede actualizar en un bautizado ya está en el interior del mismo. Por el Bautismo somos templo de Dios, somos Aula de Dios… y somos feligreses, discípulos y monjes de Dios.

Sin el Bautismo no lo podemos ser, y sin la santa Iglesia no podemos desarrollar estos dones. Hay muchas clases de fieles, de discípulos y de monjes; pero fieles, discípulos y monjes de Dios, por Dios, con Dios y en Dios, sólo es posible en el camino católico. Quien no está en el seno de la santa Iglesia, gestándose en una Nueva Vida, no puede crecer en la vida espiritual y no puede nacer a la Resurrección. Esto no es cuestión de gustos y apreciaciones, pues es un mandato divino.

En la Iglesia primitiva se exigía el catecumenado antes del bautismo; pero la Iglesia actual, por la potestad que tienen los sucesores de san Pedro de “atar y desatar”, y en armonía con el Espíritu Santo; han decretado, por un acto de misericordia, que el Bautismo se conceda a los niños pequeños. Esto, por desgracia, produjo que el postulantado y el discipulado perdieran importancia. Pues se dejó para después su preparación y aplicación.

Es por esto que la mayoría de bautizados no han buscado actualizar el estado de discípulos, y se han perdido de lo esencial de la educación católica; quedando sólo con una instrucción limitada, opacada por lo mundano.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]

Educacion Catolica, 008

8. Tomaremos parte de una reflexión sobre el Bautismo: Nos hace hijos de Dios, nos da su Nombre (para actuar en su Nombre); nos hace miembros del Cuerpo Místico de Cristo para que seamos con Él y en Él templos vivos del Espíritu Santo (cf. CEC 1265, 1268).

Nos hace renacer de un germen incorruptible e inmortal, o sea, nos da nueva vida en todo nuestro ser, de tal manera que nuestra alma que estaba muerta por el pecado vuelve a tomar vida, y vida inmortal. El Bautismo es un baño de regeneración, y además de que nos limpia del pecado original y nos libra de la raíz del mal, nos da un nuevo corazón y un nuevo espíritu:

‘Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia. Los bautizados se han ‘revestido de Cristo’. Por el Espíritu Santo, el Bautismo es un baño que purifica [deifica], santifica y justifica’ (CEC 1213, 1227).

9. El Bautismo nos hace hijos de la Luz, es decir, enciende la llama espiritual de energía, calor y luz interior y nos unifica al Reino de Dios, que es el Reino de la Luz. Nos reviste de pureza, dándonos un nuevo y limpio vestido para presentarnos al Banquete de Bodas del Cordero.

Nos incorpora, nos injerta a Cristo, a su vida, pasión, muerte y resurrección; por lo cual nos hace sacerdotes, profetas y reyes. Nos participa de la libertad de los hijos de Dios en el Hijo, y esto nos permite buscar a Dios, haciendo su santa voluntad obrando el bien:

‘El Bautismo nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad [la resurrección]’ (CEC 683).

Además de proporcionarnos la Fe, la Esperanza y la Caridad (virtudes teologales), nos da el deseo de Dios, o sea, el anhelo de amarlo, temerlo y seguirlo. Y nos hace capaces de contener a Dios Trino, su Reina (María Santísima) y su Reino… y a toda la creación. En pocas palabras, el Bautismo nos religa a Dios y a sus caminos: nos da vida espiritual verdadera:

‘El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos’ (CEC 1213). [Hasta aquí parte del escrito: “Tres gracias en una” de JJyM].

Educacion Catolica, 007

El discipulo, un bautizado

7. Es por lo anterior que “hacer discípulos” no sólo es un proceso de educación, enseñanza e instrucción, sino que previamente es la recepción de un don, el cual hay que pedir con corazón sincero (ya presintiéndolo). El discípulo no se hace por mera instrucción, sino que es un don y una transformación que se recibe por obra y gracia del Espíritu; y se reciben los dones, carismas y virtudes por medio del Bautismo, y se nutren a través de los demás Sacramentos.

Así se comprende la aparente paradoja de la fe y la razón: “Cree para que entiendas, pero entiende para que tengas fe”. Pues tanto la fe como la recta razón son dones recibidos para cultivarlos en unidad; quienes no poseen dichos dones no pueden resolver la aparente contradicción. Lo mismo pasa con la paradoja del discipulado: no puede ser discípulo quien no reciba el don y no puede recibir el don quien no se comporte como discípulo. Y lo mismo con la paradoja de la consagración religiosa: sólo pueden consagrarse quienes poseen (por el Bautismo) las virtudes de la obediencia, la pobreza y la castidad, las cuales se reciben (se consolidan) en la consagración.

Todo en la Iglesia y en la Doctrina de Cristo es un don y misterio excelsos, entre ellos y de gran valor está el Bautismo como Sacramento de iniciación católica.

Nos tomaría mucho tiempo y espacio para apenas bosquejar un poco las bondades y características del Bautismo. Aquí sólo expondremos algunas, explicando la importancia de bautizar y estar bautizado para la educación católica. En el CATECISMO DE LA IGLESIA se encuentra explicado el Bautismo de manera maravillosa.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]

Ahora, que no se te olvide la misericordia, 3 de 3

Jornada de retiro en Ibagué. Un día de Misericordia, tema 3 de 3: el bautismo.

* Bautizamos a los niños porque de hecho hay que hacer muchas elecciones por ellos, sin preguntarles: ningún papá espera hasta los 13 años de su hijo para ver si prefiere hablar francés, español o ruso.

* El bautismo de Cristo pagó mi bautismo. El bautismo, como tal, no tiene costo para mí pero es porque el costo lo pagó Cristo.

* El bautismo nos recuerda que somos amados, valiosos y llamados a ser felices: herramientas indispensables para vencer al pecado.

Una sintesis preciosa sobre el bautismo

Bautismo - catequesis sobre
“En el contexto de los sacramentos de la iniciación cristiana, se habla sobre el Bautismo, dando respuesta a siete cuestiones: I. El nombre de este sacramento. II. El Bautismo en la economía de la salvación. III. La celebración del sacramento del Bautismo. IV. Quién puede recibir el Bautismo. V. Quién puede bautizar. VI. Necesidad del Bautismo. VII. La gracia del Bautismo…” Click!

Nuestro bautismo y la Cruz de Jesus

10. “¿O ignoráis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados para participar en su muerte?… Porque, si hemos sido injertados en Él por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección. Pues sabemos que nuestro hombre viejo ha sido crucificado para que fuera destruido el cuerpo del pecado y ya no sirvamos al pecado. En efecto, el que muere queda absuelto de su pecado. Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos en Él” (Rm 6, 3-8).

Ésta es nuestra fe: por el bendito Bautismo hemos sido injertados en Jesús, en su Vida, su Pasión (su Cruz), su Muerte y su Resurrección, y por tanto se nos da la gracia de la capacidad para aceptar y amar su Cruz. Por el Bautismo formamos parte de la santa Iglesia de Cristo, nos hacemos hijos de Dios y templos del Espíritu Santo. El Bautismo es el sacramento de iniciación de la vida en el Espíritu de Dios para participar también -como un gran don- de la Cruz y Muerte del Redentor.

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