Una homilía-catequesis sobre la realidad de la presencia y la influencia de los ángeles–buenos y malos–en nuestro tiempo marcado por la certeza de los límites de la razón.
DIOS ES PADRE MISERICORDIOSO
DIOS ES PADRE MISERICORDIOSO
(Lc 15, 11-32; Mt 6,8; Rm 8,14-17; 2Cor 1,3)
Jesús nos ha revelado amorosamente el rostro auténtico del Padre. Sólo esta revelación nos ofrece la respuesta a la pregunta: ¿quién y cómo es el Padre Celestial? Les invito a reflexionar sobre cómo es el Padre. La novedad del evangelio consiste en la revelación de la persona del Padre: Jesús a esta persona divina le llama Padre. Pero, además, en sus enseñanzas nos revela que ese Padre es Padre misericordioso y es nuestro Padre. El Padre ofrece a sus hijos pecadores el perdón y la salvación. Su afecto paternal es más fuerte que el pecado de sus hijos. En la enseñanza de Jesús ese afecto paternal se describe de manera impresionante en la parábola del hijo pródigo o parábola del amor misericordioso del Padre (Lc 15,11-32). La parábola tiene como oyentes a dos grupos opuestos: de un lado, los publicanos y pecadores que se acercan a escuchar, y del otro, los fariseos y los maestros de la ley que se dedican a murmurar. Jesús responde con una parábola para enseñar la novedad misericordiosa del Padre, que alcanza al hijo pródigo como al hijo mayor, invitándolos a ambos a participar de la fiesta de la unidad y la reconciliación.
El rostro de Dios había sido desfigurado por los maestros y doctores, por el mismo peso de la ley, por el rigor de su cumplimiento impuesto por los fariseos. También los cristianos, por el pecado, hemos desfigurado el rostro de Dios, teniéndolo como un Dios duro, celoso de sí mismo y de sus cosas; como un gran rival, severo; como un impedimento para nuestra realización personal; como alguien que limita nuestra libertad, muy lejano de nosotros, pero que, al final, será nuestro juez implacable; como un tirano, que condena a los que le son infieles y da vida a los que le son fieles; como un gendarme vigilante, que se la pasa anotando nuestros pecados.