Nadie debe vivir prisionero de un resentimiento, una culpa o afán de venganza, pero para salir de todo ello es necesario un proceso de reconciliación en el que los ejemplos de la Samaritana (Juan 4), San Pablo, San Pedro y la Virgen María pueden guiarnos.
Un Humanismo Cristiano
1. Me alegra encontrarme con vosotros en este año de gracia, en el que Cristo nos llama con fuerza a una adhesión de fe más convencida y a una profunda renovación de vida. Os agradezco sobre todo el compromiso que habéis manifestado en los encuentros espirituales y culturales que han caracterizado estas jornadas. […]
Sí, porque Cristo no es el signo de una vaga dimensión religiosa, sino el lugar concreto en el que Dios hace plenamente suya, en la persona del Hijo, nuestra humanidad. Con él “el Eterno entra en el tiempo, el Todo se esconde en la parte y Dios asume el rostro del hombre” (Fides et ratio, 12). Esta “kénosis” de Dios, hasta el “escándalo” de la cruz (cf. Flp 2, 7), puede parecer una locura para una razón orgullosa de sí. En realidad, es “fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1 Co 1, 23-24) para cuantos se abren a la sorpresa de su amor. Vosotros estáis aquí para dar testimonio de él.