158. La Cruz en el Ministerio del Evangelizador

158.1. Yo no he esperado a que tú seas bueno para hablarte. Te he ido hablando, y con mis palabras y plegarias tu vida ha sido bendecida; has mejorado. No lo que yo quisiera, no lo que yo esperaría, pero sí has mejorado, y sería mentir decir lo contrario. Te digo esto, no porque pretenda echarte nada en cara —para eso está tu conciencia—, sino porque quiero que tomes como referencia lo que yo he hecho contigo. Te repito: no esperé a que fueras bueno para hablarte; hablándote te llamé a la bondad.

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Espiritualidad Trinitaria

(Gen 1,26-27; Hech 2, 1-47)

Les invito a reflexionar sobre la espiritualidad que surge de la vida Trinitaria de Dios, espiritualidad esencial y primera del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, creado para la comunión con Dios y con sus semejantes. Para que pudiera vivir la unidad, Dios le dotó: de sentidos, ellos le ayudan a comunicarse con el hombre y con el mundo material; de virtudes teologales o sentidos sobrenaturales: fe, esperanza y caridad, para que pudiera comunicarse con Dios y con el mundo sobrenatural. Ha sido estructurado para dar y recibir amor. Si esto no acontece en su vida, se frustrará en una de las necesidades fundamentales de su ser. Es por esto que: “La pobreza de comunicación debilita la persona, debilita la comunidad y convierte en extraño al hermano y en anónima la relación” (VFC 32).

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Buscando la Gran Esperanza

La experiencia demuestra que las cualidades personales y los bienes materiales no son suficientes para asegurar esa esperanza que el ánimo humano busca constantemente. Como he escrito en la citada Encíclica Spe salvi, la política, la ciencia, la técnica, la economía o cualquier otro recurso material por sí solos no son suficientes para ofrecer la gran esperanza a la que todos aspiramos. Esta esperanza «sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar» (n. 31). Por eso, una de las consecuencias principales del olvido de Dios es la desorientación que caracteriza nuestras sociedades, que se manifiesta en la soledad y la violencia, en la insatisfacción y en la pérdida de confianza, llegando incluso a la desesperación. Fuerte y clara es la llamada que nos llega de la Palabra de Dios: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien» (Jr 17,5-6).

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157. Lo Extraordinario de lo Ordinario

157.1. Los hombres buscan las señales del amor en las cosas grandes, y especialmente en los grandes cambios. Aquel paralítico, por ejemplo, que desde su nacimiento había estado impedido de caminar (Hch 3,2-10), al sentir robustecidas sus piernas saltaba y alababa a Dios. La inesperada y felicísima transformación de su estado le hizo descubrir que el Señor sí lo amaba y sí tenía para él dádivas preciosas. De algún modo todos esperan cosas así, y Dios las concede, porque en su victoria sobre el mal y sus consecuencias, brilla su poder y resplandece su misericordia. No es malo, pues, suplicar estas manifestaciones de los dones de Dios, aunque sí puede ser dañino esperarlas como si fuera obligación de Dios darlas o repetirlas.

157.2. ¿Significa esto que, una vez recibida la obra primera de la gracia ya no hay nada grande que contemplar, aparte del transcurrir del tiempo en la espera del Cielo? De ningún modo. Hay que descubrir en lo pequeño lo grande, y en lo ordinario lo extraordinario. Hoy quiero hablarte un poco de cómo y por qué.

157.3. Para recibir mejor esta enseñanza, piensa primero en el delicado equilibrio que manifiesta la naturaleza. La ciencia te enseña con cuánta precisión se han ajustado las magnitudes propias de los cuerpos y las partículas de modo que la vida haya podido tener su jardín en el planeta que habitas junto con tus hermanos. Una vez que todo está ajustado y en su medida parece que simplemente está ahí, y que está bien así como está. Mas para aquel que sabe de Física, Biología y Astronomía, es simplemente sorprendente que todo haya alcanzado una calibración tan exacta y fructífera para la vida y la conciencia. No es raro, como sabes, que los investigadores de estos campos del conocimiento lleguen al asombro e incluso al presentimiento del paso del Creador.

157.4. Algo así, y aún más profundo pasa en la vida espiritual. Mira, por ejemplo, a la Santa y Bella Virgen María. Mírala, no en el momento sublime de la Anunciación, ni en la hora jubilosa de la visita a Isabel, ni en la noche terrible de la Cruz, ni bañada en los esplendores de Pentecostés; mírala simplemente en un día cualquiera, por ejemplo, cuando sale de su casa a recoger un poco de agua de la fuente del pueblo de Nazareth. Se encuentra con una vecina, a la que saluda, y camina con su amiga cruzando unas palabras. Se fatiga con el cántaro y suda bajo el sol de aquel verano que ya se prolonga más de lo acostumbrado. Lleva su mente ocupada en mil cosas de casa y tiene que apresurar el paso para que no se retrase el frugal almuerzo.

157.5. La escena, así contemplada, tan real como te la estoy contando, no parece tener nada de extraño ni de extraordinario. Y sin embargo, Ella es la Reina de los Ángeles, y la creatura más odiada por el infierno en pleno. Así como la Tierra avanza silenciosa por los espacios siderales a la distancia precisa para no abrasarse ni congelarse, así también esta Bendita Señora es el lugar en que la gracia esculpe su preciosa joya, como arrebatándola de continuo de las garras del abismo. Todo es natural y tranquilo, y sin embargo todo es extraordinario y estupendo.

157.6. Un ejemplo semejante puede construirse si piensas en el Papa. Detrás de la serenidad de su presencia hay un terrible campo de batalla, que no se ve, porque precisamente la perfección de la victoria divina hace que aparezca siempre la majestad del Vencedor, que es Jesucristo, pero ello no significa que no haya combate, fiero combate.

157.7. La verdad es que toda alma en genuino camino hacia Dios es lugar de contemplación de las cosas más extraordinarias, que no se descubren a primera vista porque Dios ha querido que estén cerradas a los ojos que no tienen la humildad conveniente, el tiempo saludable y el amor suficiente. ¡Y vieras cómo sonríen los coros de los Ángeles ante esos triunfos de la gracia, tan grandes en su dimensión como en su discreción! ¿No es hermoso, amado de Dios, no es hermoso?

157.8. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.

La vida de la Trinidad es vida de amistad

(Lc 10,21-22; Jn 14,5-17; 15, 1-17)

Les invito a reflexionar sobre la vida de amistad en la Trinidad, el más alto grado de comunión vivido entre personas. La Escritura nos ofrece material para nuestra profundización. La amistad es el sacramento primario de toda solidaridad entre personas. Por esto, entre las Personas divinas se vive la amistad. Más aún, ellas son la fuente de la amistad. Hay personas que viven juntas toda una vida y no llegan a ser amigos: padres que no han podido ser amigos de sus hijos; hermanos entre los cuales no ha podido florecer la amistad; religiosos que se han quedado en los inicios del amor, sin llegar a saborear la amistad. Pero, también hay encuentros entre personas, que se convierten en amistades muy hondas.

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Notas de Teologia, 04

La afirmación de un Dios “personal” resulta difícil de admitir para aquellos que ven en ella sólo una proyección de nuestra propia manera de ser, o de nuestras necesidades o deseos. Dos respuestas–insuficientes–han sido: (1) La de Einstein, o sea, reconocer un misterio y una trascendencia pero sin nombre, y sin una revelación posible. (2) La del averroísmo (por Averroes): sostener que hay como dos ámbitos de lo verdadero: la verdad de la inteligencia y la verdad de la fe–o en el caso de nuestro mundo postmoderno, la verdad de la ciencia y la de la emoción/devoción/tradición.

El apostolado de los laicos en las misiones

Los fieles cristianos, en cuanto miembros de un organismo vivo, no pueden mantenerse cerrados en sí mismos, creyendo les baste con haber pensado y proveído en sus propias necesidades espirituales, para cumplir todo su deber. Cada uno, por lo contrario, contribuya de su propia parte al incremento y a la difusión del reino de Dios sobre la tierra. Nuestro predecesor Pío XII ha recordado a todos este su deber universal:

La catolicidad es una nota esencial de la verdadera Iglesia: hasta el punto que un cristiano no es verdaderamente devoto y afecto a la Iglesia si no se siente igualmente apegado y devoto de su universalidad, deseando que eche raíces y florezca en todos los lugares de la tierra.

Todos han de emularse saludablemente unos a otros, y dar asiduos testimonios de celo por el bien espiritual del prójimo, por la defensa de la propia fe, para darla a conocer a quien la ignora del todo o a quien no la conoce bien y, por ello, malamente la juzga. Ya desde la niñez y la adolescencia, en todas las comunidades cristianas, aun en las más jóvenes, se necesita que clero, familias y las varias organizaciones locales de apostolado inculquen este santo deber.

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Unidad en la Familia – 6 – Claves desde la Biblia

Un enfoque bíblico para concluir: sexta y última de las predicaciones del Encuentro de Familias organizado por la Fundación MOCE en Palmira, Colombia, en Diciembre de 2008. Si, desde el punto de vista humano, al comunicación es la base, desde el punto de vista de nuestra fe lo que sirve de fundamento a todo es nuestra relación con Cristo. Apoyados sobre todo en la Carta a los Efesios, capítulos 4 y 5, revisamos qué tiene que decirle Cristo a los esposos, a las esposas y a los hijos de nuestro tiempo.

156. Busca la perla

156.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

156.2. Detrás de una sencilla palabra puede estar la puerta para una vida nueva. Jesucristo, Nuestro Señor, realizó obras admirables con palabras breves, como cuando sanó al leproso diciendo «Quiero, queda limpio» (Mc 1,41). En otras ocasiones, movido de ternura entrañable, dio fuerza al alma agotada con la palabra “¡ánimo!” (Mt 9,2.22; cf. Mc 10,49). Y su voz llenó de sentido la existencia de muchos con esta sola palabra: “¡Sígueme!” (Mt 9,9; Lc 9,59; Jn 1,43; 21,19.22). Sobre los exorcismos, pon atención a lo que lees: «Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos» (Mt 8,16). Todo esto lo sabía muy bien aquel centurión que profesó su fe diciendo: «Mándalo de palabra, y quede sano mi criado» (Lc 7,7).

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Notas de Teologia, 03

¿Cuál podría ser una categoría central para la teología y la vida de la Iglesia en el siglo XXI, que estamos empezando? Es posible que sea la noción de “persona” y las razones por las que este nombre se postula tienen que ver con muchos frentes, empezando por la crítica del ateísmo reciente que abomina de la idea de un Dios que diseña detalles e interviene en los asuntos del universo.

Unidad en la Familia – 4 – Que es ser HIJOS

Qué es ser HIJOS: cuarta de las predicaciones del Encuentro de Familias organizado por la Fundación MOCE en Palmira, Colombia, en Diciembre de 2008. ¿Se pued evivir el Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios, aquello de “honrar a padre y madre,” cuando uno está decepcionado o resentido de ellos? ¿Qué conexión real tiene ese Mandamiento con el resto de nuestra vida de fe y de práctica del amor cristiano?

Unidad en la Familia – 3 – Que es ser MAMA

Qué es ser MAMÁ: tercera de las predicaciones del Encuentro de Familias organizado por la Fundación MOCE en Palmira, Colombia, en Diciembre de 2008. El “amor de madre” se toma a menudo como referencia principal de lo que significa amar, y es verdad, pero eso no significa que esté libre de todo riesgo, de todo exceso y de todo peligro.

La Vida Religiosa en las raices de la Vida Trinitaria

La Comunión entre las Personas divinas “se realiza” mediante la participación; sin ella no hay comunión. Entre ellas hay una participación infinita de conocimiento y amor, desde toda la eternidad. Cuando se afirma que “la Trinidad es un misterio inaccesible,” se puede pensar que es muy distante de nuestra vida. Si así fuese, no sería el misterio principal de nuestra fe. Y gracias a Dios no es así. La Santísima Trinidad no es algo frío, abstracto, lejano. Al contrario, siendo amor infinito, es un misterio íntimo, próximo, sorprendentemente vital, generador de comunión y referencia obligatoria de toda comunión (de la Iglesia, de la humanidad, del cosmos).

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