El argumento moral por excelencia en la pseudo-filosofía “progre” — que hoy por hoy invade a la mayor parte de Occidente — va de esta manera: “Si los implicados son adultos, y no se obliga a nadie, y no hay daños a terceros, déjalos en paz.”
Ese es el argumento básico detrás de la eutanasia o del matrimonio gay, por ejemplo. Una versión modificada sirve para legalizar el aborto o el consumo regulado de drogas psicotrópicas. En todos estos casos la suma de las razones presentadas es: “Si ellos quieren, y no hace daño a otros, ¿por qué no?” Detrás de su aparente aspecto amable esta postura entraña un espantoso egoísmo y una falta seria de apoyo en alguna forma de realidad más allá del acuerdo intersubjetivo. Las consecuencias, a veces trágicas, a veces cómicas, de este modo de argumentar aparecen pronto, como ha sucedido en una noticia publicada hoy.
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