Ejercicios sobre el perdon, 61

Los ruidos agresivos

Los ruidos tan comunes y agresivos en nuestra sociedad constituyen un peligro serio para la salud psíquica y física. Si los percibimos como intrusos, enemigos de nuestra paz y tranquilidad, nos crean graves tensiones. Además, pueden provocar rencores muy profundos cuando los asociamos a ciertas personas o partes de nuestra sociedad. Para vivir en paz y proteger la salud es preciso reconciliarse con ellos. Gracias al perdón y la reconciliación podemos cambiar nuestra actitud hacia los ruidos; y de ese modo reducir las tensiones y poner fin a los rencores y resistencias. Tal es el objetivo del siguiente ejercicio.

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Necesidad de la alegria en todos los hombres

No se podría exaltar de manera conveniente la alegría cristiana permaneciendo insensible al testimonio exterior e interior que Dios Creador da de sí mismo en el seno de la creación: «Y Dios vio que era bueno» (Gén 1,10.12.18.21.25.31). Poniendo al hombre en medio del universo, que es obra de su poder, de su sabiduría, de su amor, Dios dispone la inteligencia y el corazón de su criatura —aun antes de manifestarse personalmente mediante la revelación— al encuentro de la alegría y a la vez de la verdad. Hay que estar, pues, atento a la llamada que brota del corazón humano, desde la infancia hasta la ancianidad, como un presentimiento del misterio divino.

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149. Amor y Vida

149.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

149.2. El amor va por delante, en aquello que deseas. Primero amas y es el amor quien te pone en camino hacia lo que amas. Sólo el amor tiene capacidad de ponerte en movimiento; sólo el amor mueve, y todo cuanto se mueve es señal de algún amor. Un amor mayor produce un movimiento mayor, y un amor menor un menor movimiento.

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Una pregunta quisiera yo hacer

Una pregunta quisiera yo hacer
a mi Señor y mi Rey:
Dime, ¿cuál es esa voz
que tú prefieres, Señor?
¿La del santo en su oración
o el clamor del pecador?

Porque si miro tu paso ligero,
en cada página del Evangelio,
siempre te encuentro feliz, rodeado,
de los que el mundo tiene desechados.
¿Quién, que te escuche, Jesús Nazareno,
no sentirá que tu voz es de fuego?
¿Quién, que reciba tu dulce esperanza,
no cantará sin cesar tu alabanza?

Una pregunta ha llegado hasta mí
y te la quiero decir:
Dime, Jesús, mi Señor,
¿cuál es el gusto de Dios?
¿Por dónde llego a tu amor?
Me gusta tu Corazón.

Una pregunta me roba la paz
y hoy te la quiero entregar;
no he sido bueno, Señor,
me ha visitado el dolor;
¿puede confiar en tu amor
alguien así como yo?

Ejercicios sobre el perdon, 60

Visualización de un enfado: Ahora haz una pausa de unos dos minutos y piensa en una ocasión en que te hayan hecho enfadar.

¿Cómo te sentías? ¿Cómo te sientes? Si en estos momentos la cólera te invade, toma conciencia de cómo te sientes.

Respira hondo, despacio y adéntrate en tus sentimientos. ¿qué ves debajo de tu rabia? ¿Ves miedo? ¿Tristeza? ¿Inseguridad? ¿Desamparo? ¿Impotencia? ¿Sientes que te han herido o que te han abandonado?

¿Tienes una sensación de desilusión ante expectativas no satisfechas o sueños normalizados?

Mira aún más profundamente. Bajo ese miedo, esa frustración y/o esa tristeza, ¿hay un ruego a alguien de que te preste atención, de que te escuche?

¿Hay una petición, consciente o inconsciente, de respeto, reconocimiento, interés o amor, petición de perdón? Entrégate al Espíritu Santo y pídele que te regale el perdón que necesitas dar a tu hermano. Agradece y adora a la Comunión del Padre el Hijo y el Espíritu Santo.