Jesús sana hoy
(Lc 4,16-19; Mc 7,14-23)
Les invito a reflexionar sobre un tema fundamental para quien ha sido herido en su interior. Jesús vino a curar al hombre de sus pecados, de sus heridas y a darle vida en abundancia: “¿Acaso olvida una madre a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ellas llegasen a olvidar, Yo nunca te olvido. Míralo, te tengo tatuado en la palma de mis manos” (Is 49,15-16). Dios-amor se preocupa de nosotros, de nuestra salud corporal o física y espiritual o interior. Cuida de nosotros mejor que una madre cuida de su hijo pequeño. El tema de la sanación interior es un tema central en el ministerio de Jesús, poco manejado hoy por nuestra pastoral. Jesús ha venido a sanar los corazones destrozados por el desamor y nos ofrece un corazón nuevo. Necesitamos ponernos en contacto con el poder sanador de Jesús, que nos quiere completamente sanos.
Testimonios: Un sacerdote sufrió durante varios años de dolores de cabeza persistentes, gripas y sinusitis. Lo agravaba el clima tropical donde vivía y el trabajo que tenía que realizar. En un momento de diálogo con el Señor, el le dijo: “Tu vida está llena de tensiones innecesarias, que destruyen tu salud. La fuente de esas tensiones no es ni el clima, ni el trabajo, sino tu espíritu desconfiado y negativo. Cuando trabajas, lo haces como si yo no estuviese contigo. ¿Porqué no confías en mí? Ahí está ese sacerdote al que no acabas de aceptar. ¿Porqué no lo perdonas y aceptas, como yo te perdono y acepto a ti?”. Y Jesús, médico divino, no solo hace el diagnóstico a fondo, receta el tratamiento, sino también nos sana. Por eso, con su ayuda comencé a mirar a mi hermano sacerdote, con amor y comprensión, perdonándolo. Me fue fácil perdonarlo más de siete veces. Comencé a visualizar el trabajo, no como mi trabajo, sino como algo del Señor, que yo realizo bajo su dirección y con su fuerza. El Espíritu de alabanza vino a reemplazar mi espíritu de queja. A los pocos días sufrí un ataque fuerte de gripa y sinusitis. Pero, seguí confiando en el Médico divino y alabándole. Desde entonces, -hace ya doce años- no he vuelto a tener gripa fuerte, ni sinusitis, ni dolores de cabeza.