Con inmenso pesar registro la noticia: Paulos Faraj Rahho, Arzobispo Católico de rito caldeo, secuestrado el pasado 29 de febrero, fue encontrado muerto. Su último acto público había sido celebrar la Santa Misa en Mosul, Iraq.
El día en que lo secuestraron, sus captores asesinaron a las tres personas que estaban con él. Quienes lo secuestraron avisaron posteriormente que la salud del Arzobispo se había deteriorado pero no lo liberaron, así que todo indica que murió en cautividad.
El Papa fue avisado inmediatamente de la noticia. Benedicto XVI había pedido, demandado, exigido la liberación de este hombre inocente que vivió para servir a una minoría: los despreciados cristianos de Iraq. Los secuestradores, que ni siquiera han dicho quiénes son, nunca dieron respuesta a la petición del Papa. Al enterarse del terrible desenlace, Su Santidad expresó su profundo dolor y cuánto le golpeaba este crimen sacrílego.
Monseñor Paulos Faraj Rahho ha muerto en circunstancias terribles que a todos nos hacen reflexionar en las condiciones inhumanas de miles de secuestrados y desplazados forzosos en tantas partes de este hermoso planeta. Su voz, ahora silenciada, nos recuerda en particular la espantosa situación de marginación de millones de cristianos en países de mayoría musulmana.
Me duele el alma. ¡Señor Dios, misericordia!