Nos empeñamos en vivir y contar nuestras pequeñas y grandes historias porque nos hemos dado cuenta que en la contemplación de la Historia de la Salvación y toda la Biblia rezuma esta certeza: nada sucede por casualidad, todo es querido por Dios y tiene un sentido, un por qué y un para qué.
Dios nos habla también hoy en los acontecimientos grandes o pequeños que suceden en nuestro tiempo. Pero hemos de aprender a leer en lo contingente de la historia y de las circunstancias cotidianas el mensaje de Dios que encierran. Para ello es necesaria una fe viva y una capacidad de reflexionar: así podemos captar la voluntad de Dios en todo lo que sucede. Eso es lo que el Concilio Vaticano II llama “signos de los tiempos” (GS 4).
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