La Violencia
(Gen 3, 8; Gen 3,1-19; )
Les invito a reflexionar sobre un sentimiento que está en la raíz de toda vida humana, que acompaña a todo mortal, la violencia. No es algo nuevo para la humanidad e irrumpe en la vida humana desde el paraíso terrenal, acompañando al hombre desde entonces. En la sociedad actual, la violencia se ha convertido en una epidemia. Hay naciones donde los asesinatos, las violaciones, los robos, los asaltos violentos y los allanamientos han alcanzado niveles alarmantes en las últimas dos décadas. Elementos de formación humana tan poderosos como el cine y la TV se han convertido en maestros insuperables de la violencia, llegando hasta el hogar. Nos hemos convertido en volcanes de impaciencia, violencia y terrorismo. Y no fue así desde el principio.
El aliento de Dios llenó los abismos: “Las tinieblas cubrían los abismos, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas” (Gen 1,2). El abismo, símbolo de completa desolación, esperaba su transformación, anhelaba la vida. Entonces, Dios inundó de luz las tinieblas, eliminó el caos, creó un paraíso, y colocó allí al hombre, “insuflando en su narices un aliento de vida” (Gen 2,7).