102.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
102.2. En cada virtud hay un aspecto externo y uno interno. Pertenece al aspecto externo todo aquello que puedes describir sobre alguien cuando ves que tiene tal o cual virtud, especialmente en lo que respecta a su relación con las otras personas. Corresponde, en cambio, a la dimensión interna todo el ámbito de las intenciones y la disposición particular de alma que hace que la persona obre del modo virtuoso como obra.
102.3. En algunas ocasiones estos dos aspectos no coinciden; es posible, por ejemplo, que una persona parezca virtuosa, pero esté solamente fingiendo, o es posible que por su medio externo no parezca poseer una virtud que sí tiene. Lo más común, sin embargo, es que, en un plazo suficiente de tiempo y con un conocimiento suficiente de las personas, difícilmente podrá darse que las intenciones del corazón no se reflejen en las obras externas. A esto aludía Nuestro Señor cuando dijo: «por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,16).