71.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
71.2. Hoy, con la bondad de Dios, quiero empezar a enseñarte a comulgar. Tu destino, es decir, la meta y final de tu camino, es el Cielo, ¿no es verdad? ¿Y qué es el Cielo, sino la prolongación, ya sin límite alguno, de lo que te sucede cuando comulgas? ¡Si no aprendes a comulgar no sé a qué vas a venir al Cielo, donde nada existe si no es la dulce, perpetua y profunda comunión con Dios y con su Hijo Jesucristo!
71.3. Cuando eras niño, fuiste preparado para la Primera Comunión. Meses de catequesis te condujeron a aquella fecha, preciosa para mí, en que Cristo llegó de modo nuevo y más íntimo a enriquecer tu alma con los bienes de su amor incomparable de Amigo. Esas enseñanzas fueron un bien muy grande para tu corazón de niño, aunque quizá no tuvieras entonces todo el ardor que hubiera sido de desear. Yo no vengo aquí a repetirte esas catequesis, sino en cierto modo a contarte lo que no te dijeron en aquel entonces, y que sería muy bueno que se le dijera a los niños, y en verdad a todos los que van a acercarse al Banquete Eucarístico.