51.1. Como en aquellos tiempos, los primeros tiempos, la frescura tersa de la sonrisa de Dios envuelve en su cariño cada cosa y cada creatura. La mirada asombrada y gozosa del más pequeño de los Ángeles celebra con toda su fuerza al Creador, y el fuego arrollador de un Coro de Serafines estalla de amor incontenible en alabanzas al poder incomparable de Dios.
51.2. Como en aquellos tiempos, los primeros tiempos, la luz hace cascadas y levanta al salpicar los destellos de miles y miles de corazones enamorados. En cada gota, una melodía evocadora y serena repite de mil modos: “¡Gracias, gracias, gracias por haberme creado!”