49.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
49.2. Yo te saludo saludando a Dios, y así quiero que me saludes también tú. Para vida vuestra y salvación vuestra nos envió Dios, no para que nazca confusión alguna en nadie. Ya el Nuevo Testamento te habla de algunos que cayeron en confusión, no por ministerio nuestro, sino de los Ángeles caídos. Por eso Pablo advirtió con severidad: «Que nadie os prive del premio a causa del gusto por ruines prácticas, del culto de los Ángeles, obsesionado por lo que vio, vanamente hinchado por su mente carnal, en lugar de mantenerse unido a la Cabeza, de la cual todo el Cuerpo, por medio de junturas y ligamentos, recibe nutrición y cohesión, para realizar su crecimiento en Dios» (Col 2,19).