37.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
37.2. Tu cuerpo te permite sentir, que es la primera forma de conocer. Cada sentido tiene, por decirlo así, su propio canal, su propio alcance y su propio discernimiento, esto es, su capacidad de distinguir entre dos sensaciones próximas. El sentido de la vista, es sin duda, el que mejor se equipara al conocer, precisamente por su inmenso alcance y su fino discernimiento. Por esto es frecuente que el lenguaje de la visión se utilice para referirse al conocimiento.
37.3. Se da sin embargo una antítesis, que es inherente al hecho de tu corporalidad y por ello insalvable: aquellos sentidos que tienen menor alcance y discernimiento, como son el paladar, el olfato y las diversas formas de tacto, testifican la cercanía, mientras que aquellos que tienen mayor alcance, a saber, el oído y sobre todo la vista, testifican la lejanía. Dicho de otro modo: unos te hacen sentir el bien, cuando está cerca, y otros te permiten descubrir el bien, cuando está lejos. Lo descubres lejano pero lo sientes sólo cercano. Asi la conjunción de tus sentidos corporales hace que sepas dónde está el bien, pero como no puedes poseerlo sino en la cercanía, te ves obligado a moverte. Tu estructura sensorial te hace esencialmente dinámico.